La palabra “ostenosorio” deriva del latín “ostendĕre”, o sea “mostrar”.
Esta ha sido desde el principio la función de este especial objeto litúrgico, el fin para el cual ha sido creado: mostrar, exponer en la manera más adecuada y solemne el Cuerpo de Jesucristo, la Hostia Consagrada durante la Liturgía Eucarística.
El ostensorio de metal es un pequeño altar sobre el cual se coloca el objeto sublime de la devoción, para que todos los fieles vuelvan a él los ojos y las almas.
Al principio, en lugar de los ostensorios de metal, se usaban para el mismo fin imágines y objetos litúrgicos de diferentes tipos, como cruces o relicarios. Sólo después de algunos siglos se difundió la forma que llegará a ser la tradicional, o sea el pequeño templio o torreta, dentro el cual se coloca la hostia sobre una base de oro o plata, más recientemente en forma de sol con rayos. Esta forma, más de cualquier otra, expresa la verdadera natura y la esencia de este objeto litúrgico tan importante. El sol radiante del ostensorio de metal recuerda las auréolas de los ángeles y representa la majestad de Cristo y su luz resplandeciente y milagrosa que calenta los corazones y ilumina el camino de los fieles. Además, el sol representa la alegria y belleza de la creación, regalo de Dios para todos los hombres y las mujeres, que aleja las sombras del mal.
Los artesanos y artistas joyeros siempre han puesto el máximo cuidado y todos sus talentos en la realización de los ostensorios de metal, respectando su altísimo valor y importancia. Ante todo, la elección de los materiales es fundamental y no puede ser una casualidad. El ostensorio de metal tiene que manifestar al exterior el prodigio y la sublimidad de lo que hay en su corazón precioso, enriquecido por la pureza de la plata, la solemnidad del bronce, la elegancia del latón y, por supuesto, la magnificencia del oro. Las más bonitas y varias pueden ser, además, las decoraciones del ostenosrio de metal, los adornos, los detalles de esmalte, coral, piedras duras, las imágines de los ángeles y de los evangelistas, o de la vid, el cáliz y el pan, símbolos de la Eucaristía de Jesucristo, nuestro Salvador.
En ningun otro objeto, como en los ostensoros de metal, la importancia de la materia sobrepasa los límites de la forma, llegando a ser uno incluso.
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