Cómo pedir un milagro: un camino de fe y oración

Cómo pedir un milagro: un camino de fe y oración

¿Cómo pedir un milagro a Dios? La oración y la Fe son las herramientas más poderosas que poseemos para invocar Su ayuda. He aquí cómo ofrecérselas a Él

La Iglesia católica reconoce la existencia de los milagros, aquellos eventos que trascienden las leyes de la naturaleza, escapan a la comprensión humana y dan testimonio del amor de Dios por sus criaturas. Pero también es muy rigurosa y estricta a la hora de reconocer lo que es un milagro y lo que no lo es, ya se trate de curaciones milagrosas o de acontecimientos salvíficos inesperados. Después de todo, es natural pensar que Dios no puede conceder milagros a todos los que se los piden, y esto no se debe a que ame a algunos de Sus hijos menos que a otros. Su amor todopoderoso nos abraza a todos, pero su decisión de obrar o no milagros está estrechamente ligada a Su plan divino. Por tanto, en la mayoría de los casos debemos considerar que, si no se concede un milagro, no es porque Dios no nos ama lo suficiente, o porque no hemos sido capaces de rezar las oraciones adecuadas para obtener milagros. Intervenir o no en nuestras vidas forma parte de Su plan de salvación, y no nos corresponde a nosotros criticarlo. Sin embargo, existen unas medidas que podemos tomar. ¿Por qué aún no hemos podido obtener un milagro de Dios? ¿Cuál es la oración correcta para pedir un milagro? He aquí cómo pedir un milagro, los hábitos de oración, las actitudes correctas o incorrectas que adoptamos y que pueden resultar útiles en nuestra petición de ayuda a Dios.

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Cómo rezar por un milagro

No hay una única manera de pedir a Dios que nos conceda un milagro. Al igual que cada uno de nosotros es único y diferente a Sus ojos, también lo es la forma en que nos dirigimos a Él. El punto de partida debe ser siempre y únicamente la Fe, la confianza plena en Su escucha, incluso cuando las cosas van mal, incluso cuando dudamos de que Él nos escuche. La Fe es también seguir rezando y creyendo en el milagro cuando éste parece estar lejos más allá de toda esperanza. Si falta la Fe, es completamente inútil pedir un milagro.

Una vez que la Fe nos sostiene, cómo pedir a Dios un milagro se convierte realmente en una cuestión personal, al igual que la oración. ¡Algunos rezan en total recogimiento, otros leyendo la Biblia, otros cantando! Lo importante es abandonarse completamente a Dios al hacerlo, dejarse guiar por Su gracia, con el corazón abierto y libre, dejando fluir las emociones sin reprimirlas en modo alguno. Esto hace que la oración sea más eficaz que cualquier elección de palabras, y la verdadera oración poderosa para pedir un milagro sólo la podemos encontrar dentro de nosotros mismos.

Cuando hablamos con Dios debemos desterrar la negatividad, olvidar miedos y ansiedades, y no impacientarnos nunca. Fe y paciencia son la clave para perseguir el milagro, que hay que pedir y volver a pedir a Dios, con frases precisas y claras, palabras sencillas que salgan del corazón.

Otro aspecto fundamental es alabar a Dios. No debe ser una forma de alcahuetearle, una especie de intercambio entre la alabanza y la promesa de un milagro. Hay que dar gracias a Dios independientemente de que nos atienda o no, con sinceridad y un corazón puro, por todo lo que ya hace, ¡no en vista de lo que más podría hacer!

De nuevo, debemos estar en paz con Dios y con los hombres, con los que nos rodean. Pidámosle perdón por nuestros pecados, y perdón a quienes hemos herido. Sólo con un alma pura y libre de culpa nuestras palabras serán verdaderamente eficaces, se elevarán a Dios con más fuerza, para abogar por lo que más queremos.

Sobre todo, la oración más eficaz para obtener un milagro es…. ¡pedir el milagro! No debemos tener miedo de hacerlo, no debemos sentirnos tontos, ni ridículos, nunca. Dios nos escucha, nos regala milagros todos los días sin que los pidamos, imaginémonos si no puede hacerlo con los que realmente deseamos. Un milagro nace del deseo y de lo mucho que estamos dispuestos a trabajar para obtenerlo. Para los milagros no existe el «todo y ahora», en el que el mundo moderno nos hace creer en todos los ámbitos. Hay cosas que sólo Dios puede hacer por nosotros, deseos que sólo Él puede cumplir. Si no nos cansamos de rezar, con Fe, esperanza y paciencia, Él nos escuchará.

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Por último, debemos recordar siempre que podría ser voluntad de Dios que ese milagro tan importante para nosotros no se realice. Puede ser que lo que nosotros consideramos bueno, para Él, en Su infinita sabiduría y omnisciencia, no lo sea. Dios no quiere que suframos, no es Él quien nos envía la adversidad, la enfermedad, el sufrimiento, la pena. Pero estas cosas suceden, son un componente fundamental de la vida humana, y Dios permite que sea así para hacernos crecer, como hombres y como cristianos, para hacernos más fuertes y aumentar nuestra Fe en Él. Al final, sólo cuenta Su voluntad, que nosotros la aceptemos o no.

Oraciones milagrosas

¿Pero hay una oración para obtener un milagro? No. Y sí. Las oraciones nunca deben considerarse fórmulas mágicas, sino un diálogo que nos acerca a Dios, un reconocimiento de Su amor y Su omnipotencia.

Cada uno de nosotros puede construir su propia oración por un milagro, tal vez para obtener una curación para sí mismo o para un ser querido. He aquí un ejemplo de oración para obtener una curación:

Señor Jesús, yo te reconozco como el Señor absoluto de mí y de nuestras vidas. Sana y cura a todos los infectados por el virus, sánanos y cúranos de nuestros miedos con la fuerza y el poder de tus curaciones; y que el Espíritu Santo nos introduzca en tu señoría sanadora. Pongo a tus pies mi sufrimiento y mi enfermedad. Cúrame, Señor, por el poder de tus llagas gloriosas, por tu cruz, por tu Preciosísima Sangre. Tú eres el buen Pastor y yo soy una de las ovejas de tu redil: ten compasión de mí. Tú eres el Jesús que dijo: “Pidan y se les dará”.

O, he aquí otra oración milagrosa:

Jesús, Tú que eres un hacedor de milagros.

Tú que moriste en la cruz por mis pecados,

que diste oído a los sordos, y la palabra a los que no la tenían.

Tú que les diste vista a los ciegos

e hiciste caminar a los paralíticos,

y tú que ya has resucitado a los muertos.

 

Eleva mi fe,

eleva mi esperanza,

alimenta mi ser,

deja que el Espíritu Santo me cuide,

para que no me debilite

ante los problemas de la vida.

Querido Jesús, tu gracia es mi fortaleza.

Exaltado es siempre tu nombre

y tu amor anunciado en todas partes.

Tu presencia entre nosotros es glorificada y bendita.

Gracias por escuchar, Señor.

A través de esta oración,

te doy todos mis problemas.

Y confiaré,

porque sé que estás actuando por mí,

y transformando mi vida.

Amén.