El Sagrado Cíngulo, conservado en Prato, es una reliquia Mariana de gran importancia, centro de una devoción que dura desde hace ochocientos años
Entre las numerosas reliquias cristianas que siempre han caracterizado a la religión católica, suscitando la devoción popular y reuniendo a multitudes de fieles y peregrinos hacia los lugares de culto que las custodian, hay una especialmente importante para el culto a la Virgen María. Se trata del Sagrado Cíngulo (en italiano Sacra Cintola), también conocido como Sacro Cíngulo, Santo Cíngulo, Cinturón Sagrado, Faja Sagrada, Faja Santa o Faja de Prato símbolo religioso y civil de Prato, ciudad donde se conserva desde la Edad Media en la capilla que lleva su nombre dentro de la basílica catedral dedicada a San Esteban. ¿De qué se trata? El Sagrado Cíngulo sería el cinturón de la Virgen María, que ella misma entregó al incrédulo Santo Tomás en el momento de su Asunción al cielo.
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Desde un punto de vista exquisitamente práctico, se trata de una tira de lana de cabra de unos 87 centímetros de largo y muy sutil, de color verde claro, tejida con hilo de oro, cerrada por un lado por una borla y por el otro por un pliegue y una cinta verde esmeralda. Llegada a Prato en la Edad Media, el Sagrado Cíngulo fue decretado bien perteneciente a toda la ciudad en 1348, con una deliberación que estableció que la reliquia debía pertenecer 2/3 al Municipio y 1/3 a la Diócesis. Fueron forjadas tres llaves para poder abrir la caja en la que estaba depositada la reliquia cristiana bajo el altar de la Capilla del Sagrado Cíngulo, y dos de ellas fueron confiadas al Municipio y una a la Diócesis.
El de Prato no es, ciertamente, el único cinturón atribuido a la Virgen. La existencia de cinturones de la Virgen en distintas iglesias, de Jerusalén a Constantinopla, recorre la historia de la Cristiandad, al igual que muchas otras tradiciones vinculadas a reliquias sagradas. Pero el papel civil, además de religioso, asumido por el Sagrado Cíngulo de Prato desde su llegada a la ciudad lo ha convertido desde siempre en un tesoro particularmente preciado, además de centro de una gran devoción. Esta devoción encuentra su máxima expresión el 8 de septiembre, día en que se celebra la Natividad de María, cuando se exhibe el Sagrado Cíngulo durante el Cortejo Histórico, o fiesta de la Virgen de la Feria, antigua celebración a medio camino entre lo sagrado y lo profano que precisamente en la solemne ostensión del Sagrado Cíngulo desde el púlpito de la Catedral de Prato encuentra su momento culminante.
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La Virgen del Cíngulo
¿Cómo es posible que un objeto tan común y de uso cotidiano haya alcanzado con el paso del tiempo tal valor que se le considera el símbolo mismo de una ciudad? Quizá sea precisamente su condición de común, su pertenencia a una dimensión doméstica y humana, lo que hace tan especial al Cíngulo de Prato. Desde hace ochocientos años, los habitantes de Prato buscan en las mallas de esa delgada tira de tejido su contacto personal con la Virgen María, su vínculo especial con ella, una especie de puente entre la tierra y el cielo. Pero no sólo eso. Los habitantes de Prato hicieron del Sacro Cíngulo el estandarte de sus reivindicaciones de autonomía civil y política frente a las vecinas ciudades de Florencia y Pistoia. Al igual que en las grandes batallas y acontecimientos históricos, los hombres decidieron luchar por sus propios ideales en nombre de la Virgen María. Recordemos en particular la batalla de Lepanto, el 7 de octubre de 1571, combatida por la Liga Cristiana bajo el signo del Santo Rosario, hasta el punto de marcar el inicio de la adoración a Nuestra Señora del Rosario.
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Por tanto, el Sagrado Cíngulo habría sido entregado por María a Santo Tomás cuando ascendió al cielo. Según antiguas tradiciones de los siglos V y VI, después de anunciar a la Virgen la proximidad de la muerte, un ángel de Dios reunió a su alrededor a todos los apóstoles de todas partes del mundo para que la asistieran. El único que no la alcanzó fue Tomás. Después de la muerte de María, su cuerpo fue depositado en una tumba cerrada por una gran piedra en el valle de Josafat, y sólo entonces Tomás fue llevado por el poder del Ángel de la India al Monte de los Olivos, donde la Virgen se le apareció en una nube brillante mientras ascendía al cielo. Fue entonces cuando la Virgen le arrojó su cinturón, como testimonio del prodigioso acontecimiento que estaba presenciando.
El propio Santo Tomás se la habría dado luego a un sacerdote, y desde entonces la reliquia religiosa pasó de mano en mano hasta llegar a manos de Michele, un mercader de Prato que había peregrinado a Jerusalén en torno a 1141. Allí conoció a María, una muchacha descendiente del sacerdote que se la trajo como dote matrimonial. De regreso a su ciudad natal, Michele se llevó consigo el Sagrado Cíngulo y lo guardó en un cesto de juncos, y sólo cuando murió lo entregó al preboste de la iglesia parroquial de San Esteban.
Pronto se difundieron muchas historias sobre el Cíngulo y los milagros que se le atribuían, hasta el punto de suscitar una gran devoción popular que incluso llegó más allá de las murallas de Prato. Fue entonces cuando la reliquia fue sustraída por Giovanni di ser Laudetto, conocido como Musciattino, que la robó en 1312 para entregarla a los habitantes de Pistoia. Sin embargo, en cuanto salió de la ciudad se vio envuelto en una niebla impenetrable, hasta el punto de que, sin darse cuenta, en lugar de llegar a Pistoia dio media vuelta y regresó a Prato, donde fue capturado y severamente castigado por su blasfemo crimen. Después de cortarle la mano derecha, lo llevaron al pedregal del río Bisenzio atado a la cola de un asno, lo quemaron vivo y lo echaron al río.
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El arte sacro ha transmitido numerosas y bellas representaciones de la Virgen del Cíngulo. Suele representarse la escena en la que María entrega el cinturón a Santo Tomás, asomándose desde el cielo y extendiéndoselo con la mano, mientras los ángeles que la rodean la glorifican.
A finales del siglo XIV, el culto a la Virgen del Cíngulo se vinculó al de la Virgen del Parto, porque la reliquia había ceñido el vientre que había llevado al Salvador durante nueve meses.
La Capilla del Sagrado Cíngulo de Prato
La Capilla del Sagrado Cíngulo se encuentra cerca de la entrada de la basílica catedralicia de San Esteban. Después del intento de robo por parte de Musciattino, fue necesario guardar la reliquia en un lugar más seguro. En 1346, el Sacro Cíngulo había sido trasladado, a instancias del Ayuntamiento, a un altar situado en la parte trasera de la iglesia, gestionado por la Opera della Cintola. Una vez reunido el dinero necesario, comenzó la construcción de la nueva Capilla, que se edificó entre 1386 y 1390. Luego, se encomendó al Maestro Agnolo Gaddi la tarea de pintar con frescos toda la Capilla con escenas que narraran la historia de la Virgen y el Cíngulo. En cambio, la bella estatua que adorna el altar y representa a la Virgen con el Niño es obra de Giovanni Pisano. Posteriormente se completaron las obras de la nueva fachada, el púlpito exterior de Donatello desde el que aún hoy se muestra el cinturón a los fieles, así como la terraza interior con la espléndida y preciosa verja de bronce de Maso di Bartolomeo, colaborador de Donatello.
Después de la cesta de juncos en la que Michele la trajo a Prato, el Cíngulo se conservó en un cofre de marfil, luego en la espléndida Capilla del Sagrado Cíngulo encargada a Maso di Bartolomeo, en una caja de plata, hasta llegar al espléndido relicario de cristal realizado en el siglo XVII. Hoy en día, el Sagrado Cíngulo se guarda en un relicario de plata, oro blanco y cristal realizado por el Maestro orfebre Paolo Babetto e inaugurado en 2008.