Con el Sermón de la Montaña Jesús ofrece una nueva visión de la ley divina, ofreciendo un revolucionario modelo de conducta basado en el amor y el perdón
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El Sermón de la Montaña, recogido en el Evangelio según Mateo (Mateo 5,1-12), es sin duda el sermón más famoso de Jesús y, tal vez, de toda la historia. Pronunciado en un monte de Galilea, ante una gran multitud de discípulos y curiosos, este sermón representa un pilar del Cristianismo, porque resume los principios éticos y espirituales que fundan la fe cristiana.
Lo que hace particularmente revolucionaria la enseñanza expresada en el Sermón de la Montaña es su contenido absolutamente nuevo, para el momento histórico en que fue pronunciado. Las palabras de Jesús son extraordinarias para la época, y no es difícil comprender cómo siguen inspirando hoy a creyentes y no creyentes. Jesús da la vuelta a las expectativas y convenciones del tiempo, predicando un mensaje de amor, perdón, justicia y compasión que desafía las jerarquías e hipocresías de la sociedad.

A través del Sermón de la Montaña, Jesús ofrece una visión transformadora de la ley divina, profundizando en los principios fundamentales de los Diez Mandamientos e invitando a sus oyentes a comprender el corazón de la moralidad y la espiritualidad. Sus palabras no son meras normas jurídicas, sino principios que abarcan el amor, la compasión, la justicia y la misericordia.
En este sentido, el Sermón de la Montaña ofrece un modelo de vida ética y espiritual que va más allá de la mera observancia formal de los Mandamientos para abrazar una llamada desafiante a la transformación interior y a vivir de acuerdo con los valores del Reino de Dios.
En el centro del Sermón de la Montaña están las Bienaventuranzas, proclamaciones de felicidad que dirigen su atención a los últimos, a los marginados, a los que sufren. Jesús proclama bienaventurados a los pobres de espíritu, a los afligidos, a los mansos, a los perseguidos por causa de la justicia, enseñando que la verdadera felicidad se encuentra en la búsqueda de Dios y en el amor al prójimo.
Las Bienaventuranzas representan el corazón palpitante del Evangelio. Revelan a un Dios que se preocupa por nuestra alegría y nos muestra cómo conseguirla, cómo abrazar la vida auténtica y la verdadera realización. No son sólo una lista de preceptos abstractos, sino la proclamación gozosa de la vida donada por Dios a los que aman, de un mundo nuevo caracterizado por la paz, la sinceridad y la justicia. Con las Bienaventuranzas, Jesús nos ofrece un nuevo concepto de Santidad, encarnado y tangible, y nos revela quiénes son realmente los bienaventurados.

Las bienaventuranzas evangélicas están presentes tanto en el Sermón de la Montaña de Jesús como en el Sermón de la Llanura del Evangelio según Lucas (Lc 6:20-38). Constituyen un componente indispensable de las enseñanzas de Cristo y ofrecen una guía espiritual profunda y universal a todos los que buscan el camino hacia la bienaventuranza y la benevolencia divina. Su importancia es tal que una versión abreviada de las bienaventuranzas se encuentra también en los versículos 54 y 69 del Evangelio de Tomás, un evangelio apócrifo que no narra la vida de Jesús, sino que recoge sus dichos. Jesús ofreció un precioso regalo a la humanidad a través de las Bienaventuranzas. Estas enseñanzas no sólo describen el camino hacia la verdadera felicidad, sino que también ofrecen un modelo de vida basado en los valores espirituales que Él encarnó. Quien abraza este modelo de vida, viviendo según las enseñanzas de Jesús, ya está en camino hacia la salvación. Las Bienaventuranzas, con su perspectiva única sobre la felicidad y la virtud, representan un punto de partida fundamental para quienes buscan el sentido más profundo de su existencia. Seguir las enseñanzas de Jesús y vivir según las Bienaventuranzas orienta hacia la verdadera alegría y la plenitud espiritual.
Evangelios apócrifos: qué son y las diferencias con los canónicos
No forman parte del Nuevo Testamento: ¿qué los diferencia?
Pero, ¿cuáles son las Bienaventuranzas?
El Sermón de la Montaña de Mateo 5,1-12 reporta nueve de ellos:
Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.
Bienaventurados los afligidos, porque ellos serán consolados.
Bienaventurados los mansos, porque ellos heredarán la tierra.
Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados.
Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos hallarán misericordia.
Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.
Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios.
Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos.
Bienaventurados seréis cuando os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo, por mi causa.
Alegraos y regocijaos, porque grande es vuestra recompensa en los cielos
El Evangelio de Lucas relata cuatro bienaventuranzas acercadas a cuatro líos.
Las cuatro bienaventuranzas (Lc 6,20-23) son:
Bienaventurados los pobres, porque vuestro es el Reino de Dios.
Bienaventurados los que ahora tenéis hambre, porque seréis saciados.
Bienaventurados los que ahora lloráis, porque reiréis.
Bienaventurados seréis cuando los hombres os aborrezcan, y cuando os destierren, y cuando os vituperen, y desechen vuestro nombre como inicuo, a causa del Hijo del hombre. Alegraos en aquel día y regocijaos, porque he aquí que vuestra recompensa es grande en los cielos. Porque lo mismo hicieron sus padres con los profetas.
Los cuatro líos (Lc 6,24-26) son:
Ay de vosotros los ricos, que ya tenéis vuestro consuelo.Ay de vosotros que ahora estáis saciados, porque tendréis hambre.
Ay de vosotros que ahora reís, porque seréis afligidos y lloraréis.
Ay cuando todos los hombres digan bien de vosotros.
Finalmente, en el Evangelio de Tomás leemos:
«Jesús dijo,“Bienaventurado el pobre, porque suyo es el reino de los cielos” » . (Evangelio de Tomás, 54)
«Jesús dijo: “Bienaventurados vosotros, cuando os odien y os persigan; y no quedará ningún lugar donde seríais perseguidos”. Jesús dijo: “Bienaventurados los que han sido perseguidos en su corazón: ellos son los que han llegado a conocer verdaderamente al Padre. Bienaventurados los que soportan el hambre, para que se llene el estómago del necesitado”». (Evangelio de Tomás, 68-69)
El Sermón de la montaña: significado
El Sermón de la Montaña de Jesús también ofrece enseñanzas sobre la forma correcta de vivir y orar, subrayando la importancia de una vida interior auténtica y una religiosidad sincera, lejos de la hipocresía y la ostentación. Jesús llama a sus discípulos la sal de la tierra y la luz del mundo, exhortándoles a dejar que su luz brille ante los hombres, como modelo de virtud y demostración de la existencia de Dios Padre.
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La Primera sección del Sermón de la Montaña (5,17-48) trata del pleno cumplimiento de la Ley y los Profetas, pero con nuevos supuestos, tomados de los Diez Mandamientos, que van más allá de la simple regla escrita, llamando a la misericordia, la piedad y el amor al prójimo.
Fundamental es la garantía que hace Jesús de Su voluntad de cumplir lo que estaba escrito en la Ley y anunciado por los Profetas, de no abolir ni renegar de todo lo que estaba escrito y dicho antes de su venida (17 No penséis que he venido a abolir la Ley o los Profetas; no he venido a abolir, sino a cumplir). Esta afirmación es importante porque reitera la continuidad entre la tradición judía y Jesús.
El discurso continúa con una nueva definición de la Justicia por parte de Jesús. La auténtica justicia, conforme a la voluntad de Dios, va más allá del rigor legalista de los escribas y fariseos, que se agarran a la letra de la ley sin comprender su verdadero espíritu (20 Porque os digo: si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos). Esta justicia divina está impregnada de amor, capaz de perdonar y abrazar la alegría genuina que procede de la Palabra viva que resuena en nuestro interior. En lugar de estar aprisionada en la rigidez de la legalidad exterior, innecesariamente dura y sorda a la misericordia de Dios, la verdadera justicia de Dios se expresa en el perdón, la misericordia y el amor hacia los demás. Es una justicia que libera los corazones de la hipocresía y el orgullo, permitiendo vivir según los principios de compasión y humildad enseñados por Jesús.
Sigue un análisis de los Diez Mandamientos, con ejemplos y explicaciones: no mates, vive en armonía con tus hermanos, acórdate con tus adversarios, no cometas adulterio, ni siquiera en pensamiento (28 pero yo os digo: cualquiera que mira a una mujer para codiciarla ya ha cometido adulterio con ella en su corazón), no cometas perjurio.
Los diez mandamientos
Las reglas impuestas en las Tablas de la Ley que Moisés recibió en el Monte Sinaí.
De nuevo, Jesús recomienda no reaccionar a las ofensas con violencia (39 Pero yo os digo: No os opongáis al malvado, sino que si alguien os golpea en la mejilla derecha, volvedle también la otra) y os invita a amar a vuestros enemigos: “44 pero yo os digo: amad a vuestros enemigos y orad por vuestros perseguidores, 45 para que seáis hijos de vuestro Padre celestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y hace llover sobre justos e injustos. 46 De hecho si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tenéis?” Esta exhortación añade y completa el mandamiento del amor al prójimo, añadiéndole el amor al enemigo y al extranjero, como vemos también, por ejemplo, en la Parábola del Buen Samaritano.
La Segunda parte del Sermón (6.1-18) se centra, en cambio, en el cumplimiento de la justicia ante Dios, contra el orgullo, la ostentación y la autorreferencia humanos.
Todas las normas de comportamiento y convivencia enumeradas en la primera parte no deben seguirse sólo para conseguir la admiración de los demás. Del mismo modo, las buenas obras, la caridad, la misericordia, no necesitan un público que las apruebe: “2 Cuando, pues, deis limosna, no toquéis la trompeta delante de vosotros, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles para ser alabados por los hombres. En verdad os digo que ya han recibido su recompensa. 3 Pero cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace la derecha, 4 para que tu limosna permanezca secreta; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.”
En igual medida, no es necesario practicar la oración en público, para ser vistos por los hombres. Sólo a Dios debemos dirigirnos, en una conversación íntima y secreta: “6 Pero tú, cuando ores, entra en tu aposento y, cerrada la puerta, ora a tu Padre en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.”
La oración del Padrenuestro
El Sermón de la Montaña incluye también el Padrenuestro, la oración con la que Jesús enseña a los discípulos a dirigirse correctamente a Dios Padre. Dentro del Sermón de la Montaña, el Padrenuestro asume un papel central, porque presenta un modelo de oración sencillo, pero rico en significado, un instrumento que no es sólo una fórmula para recitar, sino una enseñanza de profunda intimidad con Dios con la confianza y seguridad que uno podría reservar para un Padre amoroso.

El Padrenuestro se articula en tres declaraciones que expresan nuestro compromiso de testimoniar la santidad del nombre de Dios, de promover la venida de su reino y de aceptar y adherirnos plenamente a su voluntad.
Después de las declaraciones, proceden tres peticiones fundamentales en el Padre Nuestro: la súplica por el apoyo diario de Dios, representado en el pan que necesitamos cada día; la petición de perdón por nuestros pecados, simbolizada en el acto de pedir la remisión de nuestras deudas espirituales; y, por último, la oración por la salvación y la protección de todo mal y tentación que pueda desviar nuestro camino.
Esta oración se convierte así en un modelo completo de comunicación con Dios y de compromiso hacia los demás, que refleja la esencia de la fe cristiana en su relación con la Divinidad y con el prójimo.
