¿Cuál es el significado de los siete pecados capitales? ¿De dónde vienen, cómo se definieron en la historia? ¿Por qué son precisamente 7? Vamos a descubrirlo juntos.
Índice
Para comprender el significado de los siete pecados capitales, primero debemos dejar en claro que en realidad está mal hablar de ‘pecados capitales’. Lo que conocemos como pecados capitales son más correctamente los vicios capitales, es decir esos defectos de carácter, esas inclinaciones del alma que determinan los comportamientos que dañan al ser humano y a quienes lo rodean. Para los cristianos, son precisamente estos vicios los que causan el pecado, y de ahí la confusión que nos lleva a considerar los vicios y los pecados capitales como la misma cosa. De hecho, el pecado es un efecto, una consecuencia del vicio. Lo opuesto a los vicios, en el ámbito cristiano y no sólo, son las virtudes.
En latín el término vĭtĭum indicaba la falta de algo, tanto un defecto físico como moral, un hábito desviado, es decir un defecto del espíritu. De hecho, el concepto de los siete vicios capitales es anterior al advenimiento del Cristianismo.
¿Pero por qué «pecado capital»? El atributo, capitales, deriva de “capitalis”, jefe, e indica cómo estos defectos en particular son las peores, los más graves, desviaciones que alteran la naturaleza humana misma.
Historia de los siete pecados capitales
Ya en el siglo IV a.C. el filósofo griego Aristóteles, en su tratado sobre Ética Nicomáquea, sostuvo que toda virtud o buena calidad llevada al exceso se convierte en un vicio, un defecto. De ahí la idea de que la virtud debe encontrarse exactamente a medio camino entre la falta de sentimiento o inclinación y su exceso. Es la teoría del justo medio, que los filósofos medievales definieron con la frase «In medio stat virtus», La virtud se halla en el centro, cerca de lo que dijo Aristóteles, precisamente: «μέσον τε καὶ ἄριστον«, El medio es lo mejor.
Por ejemplo, si consideramos la esfera del placer y el dolor, la virtud examinada será la Templanza, cuya falta genera Insensibilidad, mientras que el exceso conduce al Desenfreno.
Siempre Aristóteles, definió los vicios capitales como la ropa del mal. Esto se debe a que aquellos que siempre se entregan al mismo vicio tejen con él una especie de vestido que los empuja a pecar cada vez más. Lo mismo sucede con aquellos que en cambio cultivan una virtud, incluso si, obviamente, los resultados son opuestos.
En cuanto a los vicios capitales en el ámbito católico, su lista fue compilada por los primeros monjes. En particular, Evagrio Póntico, escritor y asceta griego que vivió en el siglo IV d.C., todavía apreciado hoy como teólogo en el Oriente cristiano y venerado como padre de la vida monástica, enumeró por primera vez ocho vicios capitales:
- gula
- lujuria
- avaricia
- ira
- tristeza
- pereza
- vanagloria
- soberbia
Posteriormente, la tristeza o melancolía, que no permite apreciar las obras de Dios, desaparecerá, absorbida por la pereza o la envidia, que se agregará más tarde, mientras que la vanagloria se convertirá en un componente de la soberbia.
Evagrio definió los ocho vicios como espíritus o pensamientos malvados y también sugirió algunos métodos para combatirlos.
Durante la Ilustración, el concepto de vicio y virtud decayó, al igual que muchos otros principios morales relacionados con el pasado. De hecho, en la visión ilustrada del progreso y el desarrollo humano, tanto mentalmente como materialmente, y aún más en vista del desarrollo industrial, comercial y económico de la sociedad, tanto los vicios como las virtudes ocupaban una posición necesaria.
Durante los siglos XIX, XX e incluso hoy, los vicios capitales se convirtieron en objeto de interesantes estudios y reflexiones entre la filosofía moral, la psicología humana y la teología, y han sido objeto de muchos tratados, a partir de la Antropología pragmática de Kant, que veía en el vicio una expresión de la tipología humana.
¿Por qué los pecados capitales son 7?
Según diferentes culturas antiguas, el número 7 simbolizaba la perfección, lo completo. Pensemos, por ejemplo, en las siete plagas de Egipto, los siete brazos del candelabro judío Menorá, pero también los siete atributos fundamentales de Alá (vida, conocimiento, poder, voluntad, oído, vista y palabra), los siete Dioses de la felicidad del budismo y sintoísmo, solamente por citar algunos ejemplos.
La Menorá: historia y significado del candelabro judío
La Menorá es uno de los principales símbolos del mundo judío. De hecho, es una lámpara de aceite de 7 brazos.
El Catolicismo también hizo suyo el número siete, reconociendo su poderoso simbolismo. Es el número divino por excelencia, porque recuerda el reposo de Dios después de la Creación. Así, siete son los sacramentos (Bautismo, Confirmación, Eucaristía, Penitencia, Extrema Unción, Ordenación, Matrimonio), siete son los dones del Espíritu Santo (sabiduría, intelecto, consejo, fortaleza, ciencia, piedad y temor de Dios), siete son los dolores de María, y así sucesivamente.
Incluso en el Apocalipsis de Juan leemos de 7 Sellos rotos, 7 trompetas tocadas por 7 Ángeles, 7 Prodigios y 7 Copas de la ira de Dios.
En este contexto simbólico, el hecho de que haya siete virtudes (3 teológicas, es decir, fe, esperanza, caridad y 4 cardenales, es decir, justicia, templanza, prudencia, fortaleza) y siete vicios capitales, ciertamente no es accidental.
Ya hemos visto que según Evagrio Póntico y otros monjes orientales había ocho pecados, no siete. Esto se debe a que el simbolismo de los números en el pasado variaba significativamente entre Oriente y Occidente.
Santo Tomás de Aquino había identificado siete tentaciones principales provocadas por el deseo del hombre por cuatro bienes, y por su voluntad de rehuir de tres.
Aquí están los bienes que el hombre desea:
El primer bien es espiritual, y es la conciencia de uno mismo, de la propia excelencia que, si se desea en exceso, genera soberbia.
Otros dos bienes están relacionados con el cuerpo y la fisicidad, la conservación del cuerpo y la conservación de la especie.
El consumo de alimentos y bebidas, si es exasperado, se degenera en la gula, mientras que el deseo sexual en exceso provoca lujuria.
El cuarto bien es la riqueza, que si se desea demasiado conduce a la avaricia.
Aquí, en cambio, están los bienes que el hombre evita:
El bien espiritual que, si se descuida por la negligencia, conduce a la pereza.
El bien del prójimo, que el hombre elude porque amenaza con ocultar su conciencia de sí mismo, generando envidia.
El bien de los demás, que se huye cuando se busca daño y venganza, desatando la ira.
¿Cuáles son los siete pecados capitales?
Llegamos ahora a la lista de 7 vicios capitales, o 7 pecados capitales.
Soberbia
El soberbio disminuye a otros para reclamar su verdadera o supuesta superioridad en todos los campos. Fortalecido por esta conciencia de superioridad, no respeta a las personas, las leyes, porque está convencido de que vale más que cualquier otra cosa. La soberbia se manifiesta de diferentes maneras. Puede implicar el sometimiento de los otros, o más bien la pretensión su admiración. Se deriva de un deseo de predominar, de ser reconocido como mejor que otros, debido a méritos reales o solamente supuestos. Se considera el pecado más mortal porque los soberbios se creen mejores que Dios, tanto como para juzgar a los demás.
De la soberbia derivan:
- Vanidad
- Delirios de grandeza
- Juicio
- Omnipotencia
- Voluntad de sometimiento
Envidia
El envidioso odia al prójimo porque tiene algo que le falta. De hecho, la envidia surge de la toma de conciencia del hombre de que alguien más tiene cualidades o bienes que él no tiene. Por lo tanto, presupone el hecho de compararse con los demás y odiarlos por lo que tienen. Esto hace que la persona envidiosa disfrute de las pérdidas y desgracias de los demás, porque solamente esto le daría al envidioso la posibilidad de elevarse por encima de la propia miseria. De hecho, él no intenta mejorar su condición, espera que la de los demás sea peor.
De la envidia derivan:
- Celos
- Compararse continuamente con los demás
- Auto juicio negativo
Lujuria
La lujuria está vinculada al placer, sexual y de otro tipo, fin en sí mismo, exasperado en los impulsos y los antojos. Un placer estéril, que no implica amor o deseo de reproducción, sino solamente la inquietud de disfrutar el acto en sí mismo, sin respeto y consideración por sí mismo y la otra persona. Mientras que el sexo entre los que se aman es una experiencia que sublima el amor y la unión física y espiritual, la lujuria conduce a la separación del otro, e incluso de sí mismo, en un ofuscamiento casi bestial, dirigido exclusivamente a la búsqueda de la realización física.
De la lujuria derivan:
- Incapacidad de acoger al otro
- Vacío interior
- Insaciabilidad
Gula
La gula no se trata solamente de querer comida de una manera inmoderada, sino de cualquier cosa. Objetos, experiencias, dinero, incluso emociones perseguidas de una manera insaciable y codiciosa.
Aquellos que se entregan a la gula, viven en un estado de insatisfacción perenne, devorados por su hambre insaciable, ya sea material o espiritual. Incluso una mente hiperactiva, que se consume en su propio pensamiento frenético, puede ser un síntoma de la gula, así como un deseo sexual inmoderado, que también desemboca en la lujuria.
Da la gula derivan:
- Codicia
- Derroche
- Paranoias
Pereza
Quien practica la pereza rechaza la vida. El perezoso se arrastra en el aburrimiento e inercia perennes, que lo llevan a no hacer nada. Una forma de pereza también puede ser vivir mecánicamente, rechazando la evolución, el cambio, el desarrollo de las cosas y las situaciones. Quienes viven con pereza quieren que todo sea plano, siempre igual, neutral, sin alegría ni dolor. Obviamente, quienes la padecen también descuidan los asuntos espirituales y divinos, y por esta razón la pereza es un pecado execrable.
De la pereza derivan:
- Mecanicidad
- Poca apertura a lo nuevo
- Inmovilismo
- Aburrimiento
Ira
La ira ciega la mente y desata una ira bestial e irrefrenable en el hombre. El corazón está vacío, la razón cegada, la mente alimentada solamente por pensamientos negativos, que fomentan el odio, el resentimiento, el deseo de venganza. Este vicio también es implacable porque, incluso si los que son víctimas de él, logran obtener la destrucción de su enemigo, eso, sin embargo, no dejará de atormentarlos.
De la ira derivan:
- Iracundia
- Maldad
- Violencia
- Cólera
- Frustración
Avaricia
La avaricia es el apego excesivo y morboso a los bienes materiales, y en esto es similar a la gula, pero en el avaro se agrega la obsesión de nunca tener suficiente y el miedo a ser privado de ellos por otros. El avaro vive prisionero de lo que posee y nunca se cansa de acumular. Coloca los bienes y las riquezas que ya tiene y que le gustaría tener, por encima de Dios, y por esta razón la avaricia se considera una forma de idolatría, ya que el avaro adora sus bienes más de lo que adora a Dios.
De la avaricia derivan:
- Apego morboso
- Miopía espiritual
- Avidez