Unidos ante los hombres y ante Dios, fueron capaces de ir más allá y compartir el camino de la Fe hasta la santidad. He aquí los Santos Casados de la Iglesia
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En un artículo anterior nos extendimos sobre las historias de hermanos y hermanas que se volvieron santos juntos. En aquella ocasión pudimos constatar cómo, para muchos hombres y mujeres del pasado, el camino hacia la santidad comenzaba en la familia, gracias a padres particularmente devotos, un ejemplo sobre todo Santa Mónica, madre de San Agustín, pero también hermanos y hermanas que fueron para ellos un modelo y un estímulo tanto en la vida como en la Fe, como les ocurrió a los Santos Cirilo y Metodio, copatronos de Europa, o a San Benito y Santa Escolástica. Queriendo seguir insistiendo en los ejemplos de santidad nacidos en el seno de la familia, no podemos dejar de mencionar los numerosos ejemplos de santos casados. Así es: la historia de la Iglesia cuenta un número considerable de santos que estuvieron casados entre sí. El primer ejemplo que viene a la mente cuando se habla de santos esposos es sin duda el de San José y la Virgen María, que con el Niño Jesús forman la Sagrada Familia, que siempre ha sido el punto de referencia al que cualquier familia cristiana debería mirar.
Cuando la santidad es cosa de familia: historias de hermanos y hermanas que se volvieron santos juntos
Historias de santos hermanos y hermanas. Cuando la santidad es cosa de familia…
Además, la Iglesia católica siempre ha tenido en gran consideración el Sacramento del matrimonio, un vínculo sagrado que une a un hombre y a una mujer ante Cristo, inicio de un camino común de vida, pero también de Fe. Por tanto, es inevitable que haya parejas de santos casados, hombres y mujeres que han trascendido la simple experiencia de la unión cristiana, para unir sus almas en un nivel aún más elevado, solemne y santo, de hecho. Y el sentido de esa unión lo transmitieron naturalmente a sus hijos, desde Santa Ana y Joaquín, los padres de Nuestra Señora, hasta Luis y Celia Martin, los padres de Santa Teresa de Lisieux y también la primera pareja casada de santos canonizados juntos.
José y María
Todos conocemos la historia de las bodas de María y José, recordadas el 23 de enero e inmortalizadas por muchos grandes artistas del pasado, como Rafael, por citar sólo a uno. En el Evangelio de Mateo (Mateo 1:18-25) leemos que María estaba prometida a José cuando le reveló que estaba embarazada. Recordemos que para los judíos el matrimonio constaba de dos etapas: el noviazgo oficial, que ya era un matrimonio de pleno derecho, y un año después la entrada de la novia en casa del novio. Así que, de hecho, María y José ya estaban casados. San José decidió al principio repudiarla en secreto, para no exponerla al escándalo, pero luego, visitado en sueños por el Arcángel Gabriel, que le informó de la verdadera naturaleza del niño, decidió permanecer a su lado y cumplir sus deberes de esposo y padre putativo del niño Jesús. «Y despertando José del sueño, hizo como el ángel del Señor le había mandado, y recibió a su mujer. Pero no la conoció hasta que dio a luz a su hijo primogénito; y le puso por nombre Jesús» (Mt 1,24-25).
Por tanto, José y María estaban casados, y juntos crearon la primera representación icónica de un núcleo familiar: un marido y un padre amoroso y protector, una madre joven y dulce, a la que más tarde se uniría el niño Jesús. Este es el modelo de familia cristiana que todos conocemos, y es interesante observar que todo comenzó con el riesgo de un abandono por parte de San José, impedido por la intervención divina y la gran fe de este hombre apacible y bueno. Al fin y al cabo, Dios eligió a José de Nazaret, como eligió a María, destinándolos el uno al otro, descendientes de la estirpe del Rey David, destinados a vivir en castidad y pureza.
Santa Ana y San Joaquín
Joaquín y Ana eran probablemente ambos miembros de la clase sacerdotal judía. Por desgracia, a pesar de sus repetidos intentos, no conseguían tener un hijo, al igual que Ismeria, la hermana de Ana, y su marido. Joaquín, oprimido por el deshonor de no poder ser padre, se retiró al desierto, entre los pastores, y fue precisamente allí donde un ángel le alcanzó, anunciándole que pronto le nacería un hijo. Ana había tenido la misma revelación, y los dos se encontraron bajo la Puerta Dorada de Jerusalén, donde se besaron, reafirmando su unión. Según la leyenda, fue de ese beso infinitamente consolador de donde la Virgen María fue concebida sin pecado.
Santos Isabel y Zacarías
También Santa Isabel, prima de María (era hija de Ismeria) y San Zacarías no podían tener hijos. Ya ancianos ambos, mientras Zacarías desempeñaba sus funciones en el Templo tuvo una visión: el Arcángel Gabriel le anunció el nacimiento de un hijo. Sin embargo, Zacarías no le creyó y Gabriel lo convirtió en mudo. Sólo después del nacimiento del niño, que recibió el nombre de Juan, como había ordenado el Ángel, Zacarías empezó a hablar de nuevo. El niño se convertiría un día en Juan el Bautista. Famosa es la historia de la visita de María a su prima Isabel, cuando ésta estaba embarazada de seis meses. Ante el saludo de María, el niño de su vientre saltó de gozo, reconociendo a la futura madre de Jesús. Isabel saludó a María como «bendita entre las mujeres». Se trata de la famosa Visitación de la Beata Virgen María, conmemorada por la iglesia el 31 de mayo.
24 de junio San Juan Bautista
El 24 de junio se celebra el nacimiento de San Juan Bautista, uno de los Santos más venerados del mundo, el último profeta del Antiguo Testamento y el primer Apóstol de Jesús.
Aquila y Priscila
Santa Priscila y su marido, San Aquila, eran dos judíos convertidos al Cristianismo por San Pablo, que fue su huésped durante su visita a Corinto. Para seguir al Santo, viajaron a Éfeso y luego a Roma, donde se convirtieron en apóstoles del Evangelio y probablemente sufrieron el martirio por decapitación.
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Luis y Celia Martín
Luis Martin (Louis Martin) y María Celia (Marie-Azélie «Zélie») Guérin se conocieron en el puente Saint-Léonard de Alençon en abril de 1858 y desde entonces unieron su experiencia humana y religiosa, casándose y permaneciendo juntos hasta la muerte. Profundamente devotos, se dedicaban a la caridad y a una liturgia doméstica diaria de oración, caridad y prácticas piadosas, fueron padres de nueve hijos. Las cinco mujeres sobrevivieron y se hicieron religiosas, entre ellas Santa Teresita del Niño Jesús, o Teresa del Niño Jesús y de la Santa Faz, o Santa Teresa de Lisieux, canonizada en 1925 y proclamada Doctora de la Iglesia desde 1997. Celia murió en 1877, Luis en 1894, y fueron beatificados por el Papa Benedicto XVI en 2008 en Lisieux, los primeros entre los santos casados. La Iglesia los recuerda el 12 de julio.
San Isidro y Santa María Toribia
San Isidro de Madrid, también conocido como San Isidro Labrador, y su esposa María Toribia, conocida como Santa María de la Cabeza, eran campesinos muy pobres. Vivieron alrededor del año 1000, en España, y compartieron una vida de duro trabajo, pero también de devoción, piedad y caridad hacia los más pobres. Ambos analfabetos, anteponían a menudo el diálogo con Dios al trabajo, ganándose por ello la envidia y los celos por parte de los demás. Modelos de fe y misericordia el uno para la otra, compartían todas las penas y todas las alegrías, unidos por una gracia de espíritu que trascendía su humilde condición.
Santa Silvia y San Gordiano
Santa Silvia fue la madre del Papa Gregorio Magno, Santo y Doctor de la Iglesia. Ella y su marido Gordiano vivieron en Roma en el siglo VI d.C., ella dama de la nobleza, él senador. Unidos por el amor a Dios, vivieron en dos familias famosas por su devoción y espiritualidad. Las dos hermanas de Gordiano también llevaban una vida casi monástica, entre penitencia y oración. Cuando Silvia enviudó, abrazó la regla benedictina y vivió el resto de su vida dividiendo su tiempo entre la oración y las obras de caridad, pero siempre cuidando de su hijo, que padecía de mala salud.
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