Los dones del Espíritu Santo hacen al hombre dócil para seguir las inspiraciones divinas y cualifican su relación con Dios, poniéndolo en sintonía con Él. He aquí cuáles son y cómo se obtienen
Índice
Los puntos 1830 y siguientes del Catecismo de la Iglesia Católica dicen lo siguiente:«1830 La vida moral de los cristianos está sostenida por los dones del Espíritu Santo. Estos son disposiciones permanentes que hacen al hombre dócil para seguir los impulsos del Espíritu Santo. 1831 Los siete dones del Espíritu Santo son: sabiduría, inteligencia, consejo, fortaleza, ciencia, piedad y temor de Dios. Pertenecen en plenitud a Cristo, Hijo de David. Completan y llevan a su perfección las virtudes de quienes los reciben. Hacen a los fieles dóciles para obedecer con prontitud a las inspiraciones divinas.»
De los dones del Espíritu Santo ya hablaba Isaías, presentándolos como los dones con los que sería investido el Mesías: «Sobre él reposará el Espíritu del Señor: Espíritu de sabiduría y de inteligencia, Espíritu de consejo y de fortaleza, Espíritu de conocimiento y de temor del Señor» (Isaías 11,2). Jesús mismo, en la sinagoga de Nazaret, anunciará el cumplimiento de la profecía de Isaías e invocará sobre sí al Espíritu Santo (Lucas 4,16-21).
Los cristianos consideran al Espíritu Santo como la Tercera Persona de la Santísima Trinidad. Al igual que el Padre y el Hijo, también el Espíritu Santo es totalmente Dios y procede conjuntamente de las otras dos Personas, donde el verbo proceder significa «derivar permaneciendo iguales y coeternos». Ninguno de los tres fue creado antes o generó a los otros. Por tanto, el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo, pero sin que exista ninguna implicación temporal, ninguna prioridad entre ellos.
Así dice el Credo: «Creo en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, que procede del Padre y del Hijo, que con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria, y que habló por los profetas.»
La doctrina del Espíritu Santo y, más en general, la ciencia que estudia las sustancias espirituales se denomina Pneumatología, del griego πνεῦμα (pneuma, espíritu) y λόγος (logos, discurso, estudio).
El término Espíritu Santo (ruach haQodesh) ya se utilizaba en la cultura hebrea para indicar el Poder divino que animaba a los profetas y a los hombres tocados por Dios. Al principio del Génesis leemos: «1 Dios, en el principio, creó los cielos y la tierra. 2 La tierra estaba desordenada y vacía, las tinieblas cubrían la faz del abismo, y el espíritu de Dios se movía sobre la superficie de las aguas.»
Por tanto, el Espíritu de Dios ha estado presente en el mundo desde su Creación, es más, de la Creación es parte integrante (función creadora), pero también de constante renovación, ya que el Espíritu de Dios crea la vida (función generadora) y ha actuado desde el principio en la historia de Israel, desde los primeros Profetas (función conductora), hasta Jesús, que, concebido por el Espíritu Santo, como leemos en los Evangelios, con el Bautismo fue colmado del Espíritu de Dios y en el Espíritu de Dios predicó y llevó a cabo Su misión.
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Los símbolos del Espíritu Santo en la Biblia son muchos, e indican como Él desciende al mundo. Mencionamos algunos en particular:
- el Agua, símbolo de vida, desde que Moisés golpeó la roca con su bastón y la hizo brotar para saciar la sed de su pueblo, hasta el Bautismo y su promesa de esperanza y salvación;
- el Fuego que el día de Pentecostés descendió sobre María y los Apóstoles, permitiéndoles difundir la Palabra por el mundo;
- una Nube luminosa, como se apareció el Espíritu Santo a Moisés en el Monte Sinaí, pero también durante la Anunciación a María, en la Transfiguración de Cristo y en la Ascensión;
- la Paloma, que descendió del Cielo durante el Bautismo de Jesús (Mt 3,16).
Además de los siete dones del Espíritu Santo, San Pablo enumera también los frutos del Espíritu Santo: «22 El fruto del Espíritu es: amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, 23 mansedumbre y dominio propio. Contra tales cosas no hay ley» (Gálatas 5:22-23).
Veamos, por tanto, concretamente cuáles son los siete dones del Espíritu Santo, es decir, las disposiciones permanentes que hacen al hombre dócil para seguir las inspiraciones divinas, que facilitan la práctica de las virtudes teologales (fe, esperanza, caridad), y morales (prudencia, justicia, fortaleza, templanza), con las que también suelen ser relacionados.
Estos dones cualifican la relación del hombre con su Creador, poniéndolo en sintonía con Dios, llevándolo a desear lo que Dios desea.
¿Cuáles son los siete dones del Espíritu Santo?
El don de la sabiduría
Considerada desde la antigüedad una personificación de la sabiduría divina, la Sabiduría ha sido identificada por muchos teólogos cristianos con el propio Espíritu Santo y, posteriormente, con Jesús, que es denominado Sabiduría de Dios. Entre los siete dones del Espíritu Santo, la Sabiduría permite comprender las realidades sobrenaturales, conocer todo lo creado por Dios y contemplar a Dios mismo. Para Santo Tomás, era inseparable de la caridad: para él, la sabiduría se alimenta de la contemplación, de la vida mística, de la experiencia de Dios, pero sólo la caridad eleva nuestra capacidad de amar a la espiritualidad indispensable para amar a Dios.
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El don de la inteligencia
Si la sabiduría nos eleva a la plena conciencia del amor a Dios, la inteligencia o entendimiento, otro de los dones del Espíritu Santo, nos permite comprender las verdades de la fe, el misterio de la Revelación, la realidad divina misma. No se trata sólo de una comprensión racional, sino de una inteligencia del corazón que se pone al servicio de la Fe.
Para San Agustín, que retoma la doctrina neoplatónica y la traslada al ámbito cristiano, Dios ilumina el intelecto humano, donde se almacenan las ideas, elevando el pensamiento del hombre más allá de sus límites naturales.
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El don del consejo
Fundamento de la orientación espiritual, el consejo actúa también sobre la inteligencia del hombre iluminándolo en las opciones morales; permitiéndole comprender la perspectiva de Dios; ayudándolo a elegir entre el bien y el mal, lo verdadero y lo falso.
Por tanto, el consejo nos permite reconocer la voluntad de Dios en las situaciones de la vida, y nos permite tomar las decisiones más adecuadas para estar en comunión con Él.
El don de la ciencia
La ciencia, entendida como don del Espíritu Santo, nos revela el pensamiento de Dios que vive a través de nosotros, en nuestra inteligencia y conocimiento. Gracias a la ciencia aprendemos a conocer y juzgar las cosas creadas, y a amar a Dios a través del mundo que Él ha diseñado.
El don de la piedad
La piedad, como don del Espíritu Santo, determina nuestra actitud hacia los demás, como nuestros hermanos y hermanas, hijos del mismo Padre. Gracias a ella comprendemos el amor de Dios Padre, el consuelo de la oración y la veneración a Dios y a los Santos.
El don de la fortaleza
La fortaleza hace al hombre firme en su fe, valiente, fuerte y constante incluso ante los obstáculos más insuperables, las persecuciones, las amenazas. Gracias a este don del Espíritu Santo podemos defendernos del maligno y de sus ataques, cultivando la virtud de la fortaleza, que nos permite hacer el bien y combatir el mal a pesar de nuestra fragilidad.
El don del temor de Dios
El temor de Dios nos coloca en la actitud correcta de respeto y sumisión ante Dios, nos enseña a relacionarnos con Su grandeza y a reconocer Su poder con respeto, viviendo cada momento de nuestra vida conscientes de Su mirada. Pero no se trata sólo de temerlo, sino de querer estar a la altura de Sus expectativas, de hacer que se sienta orgulloso de nosotros, como un hijo que quiere enorgullecer a su padre.
¿Por qué los dones del Espíritu Santo son siete?
Los dones del Espíritu Santo son siete porque el número siete en muchas culturas antiguas, incluida la judía, simbolizaba la perfección, lo completo.
El siete es sólo uno de los números simbólicos que aparecen en la Biblia. Es el número divino por excelencia, el día del descanso de Dios tras la Creación, y con el Catolicismo el número de los Sacramentos, las Virtudes y los Vicios, y los dones del Espíritu Santo.
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¿Cuándo se reciben los dones del Espíritu Santo?
Todos recibimos el Espíritu Santo con la imposición de las manos durante el Bautismo y el Sacramento de la Confirmación refuerza en nosotros los dones del Espíritu Santo. Pero, para tener los dones del Espíritu Santo, el hombre debe invocarlos incesantemente sobre sí mismo, con oraciones y viviendo diariamente el Evangelio. En resumen, cultivando los dones del Espíritu Santo, éstos descienden sobre nosotros y continúan alimentando nuestra existencia.