Los doctores de la Iglesia: quiénes son y los requisitos para tener este título

Los doctores de la Iglesia: quiénes son y los requisitos para tener este título

El 1 de octubre se celebra Santa Teresa de Lisieux, una de las cuatro mujeres proclamadas Doctoras de la Iglesia. Pero ¿quiénes son los Doctores de la Iglesia? ¿Cuáles son los requisitos para llegar a serlo?

De vez en cuando se oye hablar de Doctores de la Iglesia en relación con grandes nombres de la historia del Cristianismo, como San Ambrosio y San Agustín de Hipona. Hombres (y mujeres) que, en virtud de su santidad y sabiduría, fueron capaces de hacer grande a la Iglesia y dejar un testimonio de un conocimiento teológico y una fuerza espiritual inmortales.

Pero ¿quiénes son realmente los Doctores de la Iglesia?

En primer lugar, no debemos confundir a los Doctores de la Iglesia con los Padres de la Iglesia, aunque muchas figuras eminentes del Cristianismo, como San Ambrosio de Milán, San Agustín de Hipona y San Jerónimo, por citar sólo a algunos, han sido honrados con ambas denominaciones. Por Padres de la Iglesia se entienden los principales escritores cristianos, cuyos escritos constituyen la base de la doctrina de la Iglesia misma.

En cuanto al título de Doctor de la Iglesia, puede ser concedido únicamente por el Papa o por un Concilio, es decir, una reunión eclesiástica bajo autoridad jerárquica. Sólo puede otorgarse a título póstumo y mediante un proceso de canonización. Una condecoración rara, por tanto, que en algo más de dos mil años de historia de la Iglesia sólo se ha atribuido a 36 hombres y mujeres. Pues sí, también hay cuatro mujeres que han llegado a ser Doctoras de la Iglesia, y vamos a ver quiénes son.
Actualmente hay otros 26 santos, 8 mujeres y 18 hombres, candidatos al título de Doctor de la Iglesia. Sus procesos de elevación están siendo examinados por las Conferencias Episcopales y la Santa Sede.

El nombramiento como Doctores de la Iglesia tiene también una función de comunión entre las Iglesias ortodoxa y católica, ya que tanto los santos de la Iglesia occidental como los de la oriental han sido honrados con este honor a lo largo de los siglos, y ambas Iglesias, católica y ortodoxa, reconocen y veneran a algunas de estas personalidades.

Pero ¿cuáles son los requisitos para ser elegido doctor de la Iglesia?

Según Benedicto XIV, que fue Papa entre 1740 y 1758, los requisitos para la proclamación de un Doctor de la Iglesia son 3:

  • eminente doctrina;
  • santidad de vida;
  • elección por parte del Sumo Pontífice o del Concilio General.

Por lo tanto, podemos afirmar que, más allá de la rectitud de conducta y de la vida virtuosa, prerrogativas imprescindibles de todos los hombres y mujeres declarados santos a lo largo de los siglos, y considerando la elección por parte del Papa o del Concilio como actos de formalización y legitimación, lo que distingue a un Doctor de la Iglesia de un hombre santo es su conocimiento, su erudición, su cultura religiosa y su capacidad para expresar su propio pensamiento con el fin de difundir nuevo conocimiento. Erudición y cultura, que en el caso de los Doctores de la Iglesia se tradujeron en la producción de escritos, que a veces eran tratados de teología, epistolarios, obras literarias contra la herejía o autobiografías, como en el caso más famoso, el de las Confesiones de San Agustín.

Santa Teresa de Lisieux

Escribimos al principio de este artículo que el 1 de octubre la Iglesia conmemora a Santa Teresa de Lisieux, patrona de Francia y de los misioneros. Fue una monja carmelita francesa que vivió a finales del siglo XIX, que dedicó toda su existencia a la búsqueda de la santidad y el sacrificio, y que murió con sólo veinticuatro años. “Dios mío, te amo”, fueron sus últimas palabras. Su nombre religioso completo era Teresa del Niño Jesús y de la Santa Faz. Recientemente, sus padres también fueron declarados beatos.

Fue beatificada en 1923 y en octubre de 1997, durante el pontificado de Juan Pablo II, fue la tercera mujer proclamada Doctora de la Iglesia, después de Catalina de Siena y Teresa de Ávila. También es la más joven entre los Doctores de la Iglesia.

Santa Teresa es famosa por su teología del “caminito”, o “infancia espiritual”, expresada en sus publicaciones póstumas, entre ellas Historia de un alma. Entre sus obras reconocidas se encuentran tres escritos autobiográficos, 54 poemas, 8 obras teatrales, 21 oraciones y 266 cartas.

Su visión espiritual la ha convertido en una de las santas más conocidas y queridas.

Teresa tendía con toda sí misma al amor de Dios, con un entusiasmo y un ardor juveniles inquebrantables. A pesar de que la enfermedad que la habría llevado a la muerte se manifestó muy pronto, obligándola a vivir una vida llena de dolor, ella encontró consuelo en buscar el caminito, abandonándose total y gozosamente a la voluntad de Dios, capaz de transformar cada día en un juego maravilloso.

Unas pocas frases escritas por ella bastan para comprender el esplendor de su alma, el ardor y la espontaneidad que dominaron cada uno de sus actos y se convirtieron en la verdadera expresión de su espiritualidad.

Basta un alfiler recogido del suelo con amor para salvar un alma.

El miedo me hace retroceder, mientras que el amor no sólo me hace correr sino volar.

Comprendí bien que la alegría no se halla en las cosas que nos rodean, sino en lo más íntimo de nuestra alma; se la puede poseer lo mismo en una prisión que en un palacio.

Para ser suyo (de Jesús) hay que ser pequeño como una gota de rocío. ¡Oh, qué pocas almas hay que aspiren a permanecer así de pequeñas!

Los Doctores de la Iglesia más famosos

Por tanto, ya hemos mencionado que hasta la fecha los Doctores de la Iglesia son 36, todos ellos santos, algunos venerados también por la Iglesia Ortodoxa, que sin embargo no reconoce el título de Doctor de la Iglesia. El primero en ser proclamado Doctor de la Iglesia fue el Papa Gregorio Magno en 1298, el último en orden de tiempo Gregorio de Narek poeta, monje, teólogo y filósofo místico armenio que vivió alrededor del año 1000 y fue proclamado Doctor en 2015.

Pablo VI proclamó a las dos primeras mujeres Doctoras de la Iglesia en 1970. Se trataba de Santa Catalina de Siena, patrona de Italia y primera mujer santa proclamada Doctora de la Iglesia, y Santa Teresa de Ávila, monja y mística española. En 1997, a instancias de Juan Pablo II, se unió a ellas la ya mencionada Santa Teresa de Lisieux, mística francesa y patrona de Francia. En 2012, Santa Hildegarda de Bingen, monja benedictina de origen alemán que vivió a finales del siglo XII, también fue declarada Doctora de la Iglesia por el Papa Benedicto XVI.

Santa Teresa de Ávila

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Veamos juntos a los Doctores de la Iglesia más famosos.

Papa Gregorio I, el Grande

Primer Doctor proclamado por la Iglesia católica (en 1298), pero venerado también por las Iglesias ortodoxas, vivió en la segunda mitad del año 500 d.C. Fue el 64º obispo de Roma y Papa de la Iglesia en uno de los periodos más oscuros de la historia, y a pesar de ello supo llevar a cabo su apostolado con confianza y ferviente convicción. Físicamente débil y enfermizo, fue una de las almas más luminosas de la Edad Media europea. Perteneciente a una familia siciliana adinerada, no estudió a los grandes clásicos como hizo por ejemplo San Agustín, sino sobre todo la literatura latina de la antigüedad tardía, así como a Cicerón. No obstante, tenía gran familiaridad con los Textos sagrados.

Además de su Epistolario, sus homilías al pueblo y sus escritos exegéticos, a él debemos una profunda renovación de la liturgia romana. También fue el promulgador del Canto Gregoriano, el canto ritual en latín, que precisamente por él recibe su nombre.

San Ambrosio de Milán, Dulce como la miel

Proclamado Doctor en 1298, Aurelio Ambrosio vivió en el siglo IV d.C. y fue una de las más grandes personalidades religiosas de ese siglo. Se le considera uno de los cuatro máximos Doctores de la Iglesia de Occidente, junto con San Jerónimo, San Agustín y San Gregorio I Papa.

Fue obispo de Milán, y sigue siendo uno de los tres santos patronos de la ciudad. Definido dulce como la miel por su estilo mesurado y elegante, San Ambrosio dejó como producción literaria sus homilías y reflexiones sobre las homilías mismas.

San Agustín, Doctor Gratiae

Considerado quizá uno de los máximos pensadores cristianos de todos los tiempos, San Agustín de Hipona vivió entre los siglos IV y V d.C. y fue proclamado Doctor de la Iglesia en 1298. De origen norteafricano, fue un gran filósofo y teólogo, además de obispo. Su inmensa doctrina y sus excelentes virtudes le valieron el sobrenombre de Doctor Gratiae («Doctor de la Gracia»). Aún hoy es considerado uno de los Padres de la espiritualidad occidental, maestro de fe y de vida, pastor de almas e inspirador de intelectos sedientos de conocimiento y belleza. Esa Belleza superior que en su mente y en sus obras coincidía con Dios. Su obra maestra fueron las Confesiones, que encierran toda la evolución de su atormentada maduración religiosa.

San Agustín de Hipona

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El concepto fundamental expresado por San Agustín en sus obras es que el hombre no es capaz de llegar a nada por sí mismo, y que sólo la iluminación de Dios puede dar una dirección y un sentido a su vida.

San Jerónimo

Nacido en 347 y fallecido en 419, San Jerónimo es uno de los más grandes biblistas y teólogos de la historia del Cristianismo. Fue monje y traductor, y a él debemos la traducción al latín de parte del Antiguo Testamento griego y de toda la Biblia hebrea (la Vulgata).

Proclamado Doctor de la Iglesia en 1298, es también uno de los Padres de la Iglesia. Gran estudioso de latín y griego, estudió incluso hebreo para poder dedicarse a su labor de traductor.

También redactó la obra De Viris Illustribus, una serie de biografías de eminentes autores cristianos, pero incluso judíos y paganos, a imitación de las «Vidas» de Suetonio, con el fin de reivindicar los méritos de la nueva literatura cristiana frente a la literatura clásica latina.