Los milagros de Jesús mencionados en los Evangelios Canónicos se consideran hechos históricos, aunque narrados desde un punto de vista teológico. He aquí los principales.
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La Iglesia católica reconoce la existencia de los milagros, es decir, aquellos acontecimientos no atribuibles a causas naturales, atribuibles a la intervención divina. Se trata de acontecimientos que subvierten el orden natural de las cosas, trascienden la realidad y dejan entrever algo divino en la tierra. Precisamente por eso, para la Iglesia siempre ha sido prioritario identificar los posibles milagros, examinarlos atentamente y reconocer cuáles son verdaderos y cuáles no. Con respecto a los milagros de Jesús, siempre ha sido necesario actuar con especial cautela. En primer lugar, hay que distinguir entre los milagros de Jesús mencionados en los Evangelios Canónicos, que se consideran verdaderos hechos históricos, y los narrados en los Evangelios Apócrifos, relatados como cuentos de hadas para asombrar y conquistar la atención de los lectores.
Los milagros: qué son y cómo se clasifican
Curaciones y exorcismos, apariciones, dominio sobre la naturaleza, hasta la resurrección de los muertos. Jesús y sus milagros, un legado de historia y Fe siempre actual
Según algunos estudiosos de la Biblia, incluso los milagros de Jesús relatados en los Evangelios Canónicos son considerados hechos históricos, pero revestidos de un significado trascendente, narrados desde un punto de vista teológico, en ocasiones hasta alegórico.
Debemos considerar estos acontecimientos extraordinarios como signos que Jesús realizó no para asombrar a los que le seguían ni para convencer a los incrédulos para que creyeran en Él. Se trata más bien de apologías de Su misión, prodigios realizados para ayudar a la gente a creer, para suscitar una mayor Fe.
Los milagros de Cristo mencionados en los cuatro Evangelios pueden clasificarse en:
- Curación de incapacidades permanentes,
- Curación de Accidentes y Enfermedades,
- Exorcismos y liberaciones de Espíritus Malignos,
- Resurrección de los Muertos.
Hay otros que escapan a esta clasificación y, según el Evangelista Juan, muchos otros milagros no han sido relatados.
Otra clasificación que puede hacerse es en cuántos y en qué Evangelios se mencionan los distintos milagros. Algunos de ellos aparecen en los cuatro Evangelios, otros sólo en algunos.
También se consideran milagros de Jesús la Anunciación, Su concepción por obra del Espíritu Santo y Su nacimiento de la Virgen María, aunque Él no fue el artífice directo de ellos y en los Evangelios sólo se mencionan de forma marginal.
Los milagros realizados por Jesús compartidos por los cuatro evangelios
Los milagros de Jesús mencionados en todos los cuatro Evangelios Canónicos son: Su Bautismo, la Multiplicación de los panes y las Predicciones de la Última Cena.
En el Bautismo de Jesús, el elemento milagroso es el descenso del Espíritu Santo en forma de paloma: mientras Juan el Bautista bautiza a Jesús en las aguas del Jordán, el cielo se abre y desciende una paloma, acompañada de una Voz que reconoce a Jesús como el Hijo predilecto. En el Evangelio según San Juan no se menciona el Bautismo, sino sólo el descenso de la paloma.
Los cuatro Evangelios narran también la Última Cena y la institución de la Eucaristía, es decir, la milagrosa transformación del pan en Cuerpo y del vino en Sangre de Cristo, así como Sus predicciones sobre la traición de Judas y Su propio fin.
Asimismo, los cuatro Evangelistas hablan de las Apariciones de Jesús después de la Resurrección y antes de la Ascensión. Cada uno de ellos hace un relato diferente de las mismas, especialmente en lo que se refiere a los personajes implicados, la duración y los lugares donde tuvieron lugar.
La multiplicación de los panes y los peces
En realidad, los Evangelios hablan de dos multiplicaciones de los panes y los peces.
La primera multiplicación es relatada por los cuatro evangelistas: Jesús estaba predicando en un lugar desierto, donde quienes le escuchaban no podían comprar comida. Pidió a sus discípulos que recogieran lo que pudieran, y estos volvieron con sólo 5 panes y 2 peces, con los que Jesús dio de comer a cinco mil personas.
En otra ocasión, Jesús alimentó a cuatro mil hombres que llevaban tres días sin comer para quedarse a escucharle, con siete panes que partió y dio a sus discípulos para que los repartieran, y unos pocos pececillos que bendijo. Sacó tanta comida que se llevaron siete espuertas. Sólo Mateo (Mateo 15,32-39) y Marcos (Marcos 8,1-10) relatan este segundo episodio.
En ambos casos, el mensaje simbólico es evidente: se trata de una especie de anticipación de la Eucaristía, alimento milagroso capaz de nutrir y vivificar a todos los que creen en Cristo y viven en Él.
La Última Cena de Leonardo da Vinci : historia de una obra maestra
La Última Cena de Leonardo da Vinci, en Santa Maria delle Grazie, es una de las obras más famosas del mundo, llena de significados.
Las resurrecciones: Lázaro y la hija de Jairo
Antes de la Resurrección de Lázaro en los tres Evangelios sinópticos (Marcos, Mateo, Lucas), se menciona la de la hija de Jairo, uno de los jefes de la Sinagoga. El hombre suplicó a Jesús que salvara a su hija enferma, pero cuando llegaron a la casa donde yacía, ya estaba muerta. Entonces Cristo ordenó a los parientes que la despertaran, que sólo estaba durmiendo, y la resucitó.
También colocamos en este párrafo la curación de la hemorroisa, que tuvo lugar conjuntamente con la resurrección de la hija de Jairo. Más bien, al leer el Evangelio de Marcos, tenemos la impresión de que, para curar a la mujer que sufría terribles hemorragias, Jesús se retrasó y no llegó a casa de Jairo antes de que su hija muriera. En realidad, ambos episodios muestran el poder curativo de la Fe, de Jairo en el primer caso, que no se rinde y sigue rezando a Jesús, incluso después de que sus parientes le dicen que deje de hacerlo, porque ya es demasiado tarde, y de la mujer hemorroisa en el segundo, que toca furtivamente a Jesús sabiendo que eso podría bastar para salvarla.
Obviamente, la Resurrección de Jesús mismo también es un milagro, aunque no se puede comparar con las resurrecciones relatadas en los Evangelios: Jesús vuelve a la vida para ascender al cielo y a la eternidad, mientras que Lázaro y la hija de Jairo regresan a sus propias vidas y están destinados a envejecer y morir algún día de todos modos.
Las curaciones y los exorcismos
Entre los milagros de Jesús descritos en los Evangelios, muchos son milagros de curación de enfermedades o discapacidades graves. La forma en que Jesús cura a los enfermos cambia de vez en vez: a veces simplemente habla con ellos, otras veces tiene que tocarlos, y así sucesivamente. Por ejemplo, al ciego que encontró en Betsaida le puso saliva en los ojos, mientras que Juan habla de un ciego de nacimiento curado por el barro sobre el que Jesús había escupido. El Evangelio de Marcos habla, en cambio, de un sordomudo al que Jesús curó tocándole primero los oídos y luego la lengua con su propia saliva.
Jesús curó a muchos leprosos, hasta el punto de tener que huir de sus peticiones cada vez más apremiantes.
En los Evangelios de Mateo (Mateo 8, 28-34) y Lucas (Lucas 8, 26-39) se narra el exorcismo realizado por Jesús al endemoniado de Gerasa, un hombre que vivía en la región de los Gerasenos y estaba poseído por una Legión de demonios. Jesús consiguió liberarlo introduciendo a los demonios en una piara de cerdos, que luego arrojó al mar.