Resurrección de Lázaro: «levántate y anda»

Resurrección de Lázaro: «levántate y anda»

La resurrección de Lázaro representa para Jesús un punto de no retorno. A partir de aquí comienza Su inexorable camino hacia el destino que Dios ha querido para Él

Hemos hablado de Marta, María y Lázaro de Betania en un artículo dedicado a la amistad. De hecho, para Jesús tener amigos era tan importante como para cualquier persona. Sin embargo, el relato de la resurrección de Lázaro narrado en Juan 11,1-45 es mucho más que una simple historia de amistad. En realidad, el tema de la amistad pasa a un segundo plano, ya que Lázaro no habla, toda la escena está ocupada por Jesús que, llamado por las dos hermanas de su amigo para salvarlo del mal que lo ha azotado y encontrándolo ya muerto desde hace cuatro días, invoca la potencia de Dios Padre para devolverlo a la vida. Sin embargo, el amor que Jesús sentía por Lázaro es indudable: Cristo rompe a llorar ante el sepulcro de Lázaro, se siente turbado y conmovido por la desesperación de María, su hermana, que le suplica que salve a su hermano, mientras que Marta, como siempre, permanece encerrada en la casa, guardiana de la familia y del cobijo que ésta le proporciona.

marta maria y lazaro

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La elección de Juan de relatar este episodio, que aparece únicamente en el Evangelio que lleva su nombre y no se menciona en los demás Evangelios, tiene un significado más profundo, simbólico y profético. Es precisamente en el momento en que Jesús va a Betania y resucita a Lázaro cuando Su destino se cumple. Mostrando su propio poder ante los numerosos judíos que habían acudido a llorar la muerte del hombre, Jesús se revela a sí mismo, sin máscaras, sin limitaciones. A partir de este momento, se convertirá en un blanco para Sus enemigos. Elige conscientemente ir a Judea, aunque sabe que allí lo odian. De hecho, los discípulos intentan disuadirlo: «Rabí, hace poco los judíos intentaron apedrearte, ¿y de nuevo vas allá?» (Juan 11,8). Pero Él ya ha hecho Su elección.
Él mismo lo admite poco después: «Y Jesús, levantando los ojos a lo alto, dijo: «Padre, te doy gracias por haberme escuchado. 42 Yo sabía que siempre me escuchas; pero lo dije por causa de la multitud que está alrededor, para que crean que tú me has enviado»» (Juan 11,41-42).
Desde esta perspectiva, la Resurrección de Lázaro se convierte, como y más que los demás milagros, en una demostración por parte de Jesús de la razón de Su presencia en el mundo, una declaración de intenciones que se convierte también en un mensaje por parte de Dios.

Además, es significativo el hecho de que Jesús no parta hacia Betania en cuanto recibe la noticia de la condición de Lázaro. Él espera dos días, partiendo sólo al tercero, y en esta elección del Evangelista Juan leemos una clara intención profética: el tercer día será el elegido para la partida, así como el tercer día será aquel en que Cristo resucitará.

Levántate y anda

Jesús se dirige al sepulcro seguido de los discípulos. «Nuestro amigo Lázaro duerme, pero voy para despertarlo» (Juan 11,11). No se trata de un simple viaje de un lugar a otro, sino de un punto de no retorno que es atravesado por el Salvador, con plena conciencia de que no puede volver atrás desde allí. Esperó dos días porque la muerte de Lázaro era funcional a lo que Él tenía en mente realizar, era un sacrificio necesario para activar la fe de los discípulos, para empujarlos a creer. A partir de aquí, el Evangelio de Juan acelera, como si se hubiera activado un mecanismo irreversible, una cadena de acontecimientos cada vez más cercanos y frenéticos destinados a culminar con la Pasión y muerte de Jesús.

La invitación que Jesús dirige a Lázaro, «¡Lázaro, ven fuera!» (Juan 11,43), es el cumplimiento de lo que Él prometió a Marta: «Jesús le dijo: «Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá. 26 Y todo aquel que vive y cree en mí no morirá para siempre»» (Juan 11,25-26).

A partir de aquí, nada volverá a ser como antes.

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La resurrección de Lázaro de Caravaggio

La resurrección de Lázaro ha inspirado a numerosos artistas a lo largo de los siglos. En particular, Caravaggio realizó en 1609 un espléndido cuadro que representa este episodio del Evangelio de Juan. La obra, conservada en el Museo Regional de Mesina, fue comisionada al artista, que acababa de escapar de la prisión de Malta, por un comerciante genovés, Giovanni Battista de’ Lazzari. Se trata de un cuadro de un realismo sobrecogedor, rodeado de una oscuridad tenebrosa, en el que la figura de Lázaro, investida por la luz divina evocada por Cristo, emerge con una dramática belleza e intensidad, con los brazos extendidos en un gesto que recuerda la Cruz. Cuenta la leyenda que, para retratar el cuerpo de Lázaro, el famoso pintor exigió un cadáver real sostenido por porteadores.