San Francisco de Sales hizo del amor a Dios y de la dulzura en la expresión de su propio credo el arma más poderosa de su predicación. Patrón de periodistas y escritores católicos, es Santo y Doctor de la Iglesia
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El 24 de enero se celebra la memoria litúrgica de Francisco de Sales, obispo francés que vivió entre los siglos XVI y XVII, Doctor de la Iglesia y Santo católico. Aunque el aniversario de su muerte es el 28 de diciembre, la proximidad de esta fecha a la Navidad hizo que se prefiriera hacer coincidir su memoria con la fecha del traslado de sus reliquias desde Lyon, donde el santo murió el 11 de diciembre de 1622, hasta Annecy. Su corazón se encuentra actualmente en Treviso, en el Monasterio de la Visitación.
François de Sales, españolizado como Francisco de Sales, era de origen noble. Destinado por su padre a la carrera jurídica, fue enviado a la Universidad de Padua, pero aquí, después de graduarse, decidió tomar los votos y dedicar su propia existencia y su brillante mente a Dios y a los hombres. Precisamente su habilidad como predicador hizo que fuera proclamado Santo en 1665, pocas décadas después de su muerte.
Reliquias de los santos: la lista de las 10 más sugestivas
Las reliquias de los santos atraviesan la historia de la cristiandad como testimonios de amor, devoción y Fe.
Como Obispo de Ginebra, predicador y fundador de la Orden de la Visitación de Santa María, junto con la baronesa Juana Francisca Frémyot de Chantal, Francisco de Sales siempre mostró un gran compromiso, una sencillez y una dulzura que le permitían ganarse la simpatía de todos.
Esa misma dulzura y amor se encuentran en sus obras literarias, en sus oraciones y en las reglas exigidas a las monjas que deseaban entrar en su Orden, que no debían someterse a una austeridad corporal excesiva, sino ejercer la ascesis del corazón con humildad, dulzura y paciencia, además de la oración y la contemplación. La tarea de las monjas no es sólo dirigirse a Dios, sino también y sobre todo dirigirse a la gente, con obras de caridad y misericordia.
Desde 1923 es también el patrón de los periodistas y escritores católicos, a instancias del Papa Pío XI. Esta atribución deriva de la misión de Francisco de Sales en la región de Chablais, donde el santo se dedicó a la lucha contra el Calvinismo no con violencia y actitud polémica, sino utilizando el arte de la predicación, en el que destacaba, y el diálogo. Precisamente para involucrar al mayor número posible de personas en su campaña de evangelización, ideó el sistema de carteles, artículos redactados de forma sencilla y de fácil lectura que Francisco se preocupaba de colocar en lugares públicos, donde pudieran ser leídos por el mayor número posible de personas. Por eso fue proclamado patrón de los periodistas y escritores católicos.
San Francisco de Sales, obispo y doctor de la iglesia
Ya hemos tratado de la vida de Francisco de Sales, de su ser un gran hombre, antes de ser un maestro de espiritualidad. Pero también fue importante su contribución literaria y teológica a la historia de la cristiandad, con obras de doctrina, como Introducción a la vida devota (Filotea), por citar sólo una de las más importantes. Si su canonización estuvo motivada, como es habitual, por dos milagros, su doctrina y sus dotes de predicador fueron los requisitos que determinaron su elección como Doctor de la Iglesia. En efecto, recordemos que, además de la rectitud en la conducta y una vida virtuosa, los requisitos necesarios para la proclamación de un Doctor de la Iglesia son:
- eminente doctrina;
- santidad de vida;
- elección por parte del Sumo Pontífice o del Consejo General.
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Filotea, la obra de San Francisco de Sales
Hemos mencionado Filotea o Introducción a la vida devota, una obra ascética escrita por Francisco de Sales en 1609. El nombre de Filotea es de origen griego y significa «Amigo de Dios». Esta obra excepcional representa un prontuario exhaustivo y completo para quienes desean llevar una vida cristiana, porque analiza todos los aspectos de la vida según la Palabra de Dios, con numerosos consejos prácticos y normas de conducta que el cristiano debe observar en toda circunstancia.
Otra importante obra suya fue el Teótimo o Tratado del amor de Dios (1616), donde el Santo definía la verdadera devoción religiosa no como una manifestación externa, consistente sólo en reglas y prácticas devocionales mecánicas, sino como una obra de superación personal, alimentada por el amor a Dios y la práctica constante de las virtudes teologales.
La caridad, el amor a Dios y en Dios son los temas más recurrentes en las obras de San Francisco de Sales, en una época, la de las guerras de religiones, en la que con demasiada frecuencia se recurría a la polémica, la violencia y la prevaricación para obligar a los que profesaban una fe diferente a volver al seno del catolicismo. La dulzura y la gracia con que Francisco exponía sus propias ideas le valieron la conversión de muchos protestantes.
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Oración de San Francisco de Sales
La dulzura de San Francisco de Sales también emerge en las oraciones por la familia que él mismo escribió, y en las muchas oraciones a él dedicadas por sus devotos.
Particularmente representativa es ésta, dedicada a la Virgen María, definida por el Santo como Madre amorosa y poderosa, dispuesta a escuchar por amor las súplicas de sus hijos, incluso de los más indignos:
Acuérdate, dulcísima Virgen,
de que tú eres mi Madre y yo soy tu hijo;
de que tú eres muy poderosa
y yo soy pequeño, pobre, miserable, y débil.
Yo te ruego, dulce Madre mía,
que me gobiernes y defiendas,
en todas mis empresas y acciones.
No me digas, graciosa Virgen, que no puedes,
porque tu amado Hijo
te ha dado todo poder.
Tampoco me digas que no debes,
porque eres la Madre común de todos los pobres seres humanos
y singularmente mía. Si no pudieras,
yo te excusaría diciendo:
“cierto es que ella es mi Madre y que me ama como hijo suyo,
más le falta el poder”.
Si no fueras mi Madre,
con razón tendría paciencia, diciendo:
“Ella es muy rica para socorrerme,
pero ¡ay!, como no es mi Madre,
no me ama”.
Más, oh dulcísima Virgen,
supuesto que eres mi Madre
y que eres poderosa
¿cómo te excusaría, si no me ampararas?
Ya ves, Madre mía,
que estás obligada a atender
a todas mis peticiones.
Por el honor y gloria de tu Hijo,
acéptame como hijo tuyo
sin atender a mis miserias y pecados.
Libra mi alma y mi cuerpo
de todo mal y dame todas tus virtudes,
principalmente la humildad.
En fin, alcánzame todos los dones, bienes y
gracias que agradan a la
Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Así sea.