De Canterbury a Apulia discurre una ruta recorrida durante siglos por hombres en busca de Dios y de sí mismos. Es la Vía Francígena
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Seguro que todos hemos oído hablar ya de la Vía Francígena, uno de los caminos más conocidos y transitados por peregrinos de todo el mundo. Un camino para desafiarse a uno mismo y hacer una búsqueda interior, para ponerse a prueba física y psicológicamente, con sus aproximadamente 2.000 km desde Canterbury, en Inglaterra, hasta Santa María de Leuca, en Apulia, pasando por Francia y Suiza. Camino de fe, porque este largo viaje pasa por Roma, donde reposan desde hace siglos los restos mortales de los apóstoles Pedro y Pablo.
En realidad, es erróneo hablar de una sola Vía Francígena, también conocida como Francisca o Romea. De hecho, la Vía Francígena no es una vía única, sino un sistema de vías que reúne las antiguas rutas que conectaban Canterbury con Roma y luego con Apulia, desde donde se podía partir para llegar a Tierra Santa.
Este largo itinerario atraviesa largas extensiones de naturaleza incontaminada, pero también antiguos y sugestivos pueblos, ciudades de arte y bellos paisajes, lo que le valió ser declarado Itinerario Cultural Europeo en 1994, al mismo nivel que el Camino de Santiago de Compostela.
Conozcámosla mejor.
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Qué es la Vía Francígena
Como ya hemos mencionado, se trata de una antigua calzada, o conjunto de calzadas, que desde la Edad Media conectaba Canterbury con Apulia, punto de embarque de los peregrinos que querían viajar a Tierra Santa, y de los Cruzados. Los paisajes que uno encuentra son muy diversos, desde el esplendor gótico de la catedral de Canterbury hasta el encanto intemporal de Roma, pasando por las imponentes montañas francesas y austriacas o el mar cobalto de Apulia. Además de sus encantos naturales y arquitectónicos, la Vía Francígena ha absorbido a lo largo de los siglos las culturas y tradiciones de todos los pueblos que la han recorrido, convirtiéndose en un verdadero guardián de la civilización occidental, así como de la espiritualidad.
En el pasado, esta red de carreteras se denominaba Vías Francígenas, porque eran los caminos construidos por los Francos para supervisar más fácilmente las tierras que conquistaban y subyugaban. Otra definición posterior de estas rutas es Vías Romeas, como se las llamaba en la Edad Media, porque conducían a los peregrinos a Roma, uno de los principales destinos de peregrinación devocional de la Cristiandad, junto con Jerusalén y Santiago de Compostela.
¿Cuál es la longitud de la Vía Francígena? Tiene una longitud total de 1.700 km, desde Canterbury hasta Santa Maria di Leuca, con un desnivel de 1.347 m, y puede recorrerse a pie en un mes y medio, con una media de 20 kilómetros diarios, o en un par de semanas con una bicicleta híbrida, pedaleando 60 kilómetros al día.
¿Cuáles son las etapas más bellas de la Vía Francígena? Es difícil decirlo, dada su variedad. Depende mucho del interés y las preferencias de quienes la recorren.
Ya la primera etapa, de Canterbury a Dover, la North Downs Way, permite admirar la belleza de la campiña inglesa.
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Cruzando el Canal de la Mancha se llega a Francia, donde se recorren regiones maravillosas, desde Nord-Pas-de-Calais a Champaña-Ardenas, desde Picardía a Franco Condado.
Desde Reims, donde fueron coronados los Reyes franceses durante mil años, hasta Verzy, se puede admirar la belleza natural del Parque Natural Regional de la Montaña de Reims y apreciar la zona de producción de Champán más famosa, con excelentes excursiones enogastronómicas.
De Mouthier-Haute-Pierre a Pontarlier, en la región de Borgoña-Franco Condado, te perderás entre frondosos bosques e impresionantes gargantas kársticas, hasta llegar al Jura, la cadena montañosa que divide Francia y Suiza.
En Suiza, la Vía Francígena toca los cantones de Vaud y Valais.
De Lausana a Aigle, el paisaje vuelve a cambiar, entre encantadoras ciudades y castillos medievales, las orillas del lago Léman y las terrazas vinícolas de Lavaux, declaradas Patrimonio UNESCO.
Entre el Paso del Gran San Bernardo y Etroubles, se asciende a 2.473 metros de altitud, entre picos nevados y flores de montaña, y se accede a Italia por el Paso del Gran San Bernardo, el punto más alto de la Vía Francígena. A continuación, se desciende al Valle de Aosta, entre magníficos paisajes de montaña, animales salvajes e imperdibles especialidades culinarias.
Veamos en otro párrafo por dónde la Vía Francígena atraviesa Italia.
El itinerario de Sigerico
Fue Sigerico el Serio, arzobispo de Canterbury a finales del siglo X, quien estableció las etapas del viaje por la Vía Francígena. Su itinerario, meticulosamente anotado en un diario, partía de Canterbury y terminaba en Roma, un viaje de unos 1.020 km a recorrer en catorce días. Aún hoy hay quien opta por recorrerlo a pie, consciente de su dificultad y de la necesidad de estar bien entrenado. Ciertamente, el itinerario de Sigerico es el más fiel a la tradición. He aquí las etapas:
- Catedral de Canterbury
- Alta Francia (Norte de Francia)
- Norte-Paso de Calais (Norte de Francia)
- Región Champaña-Ardenas
- Franco Condado
- Cantón de Vaud (Suiza)
- Cantón del Valais (Suiza)
- Valle de Aosta
- Piamonte
- Lombardía
- Emilia Romaña
- Toscana
- Lacio
- Ciudad del Vaticano.
Vía Francígena: las etapas en Italia
En Italia, la Vía Francígena atraviesa siete regiones: Valle de Aosta, Piamonte, Lombardía, Emilia Romaña, Liguria, Toscana y Lacio. Toca 140 Municipios en total, con un total de 45 etapas, de las 79 etapas totales del camino. Un largo camino, antaño impracticable, que atraviesa la bota de norte a sur, desde el Paso del Gran San Bernardo hasta Pavía, la antigua capital longobarda, pasando por Ivrea y Vercelli, y luego Plasencia, Fidenza, Fornovo y Berceto en los Apeninos tosco-emilianos, cruzando el Paso de la Cisa, para descender a Pontremoli y Luni, desde donde los antiguos peregrinos se embarcaban hacia Santiago, para seguir luego, a través de las colinas de Lucca y a lo largo del curso del Arno, de Altopascio a San Miniato, de Colle di Val d’Elsa a Monteriggioni y a continuación hacia Siena, el Lago de Bolsena, Montefiascone y Viterbo, y finalmente, siguiendo la Aurelia, hacia Roma, corazón y alma de la cristiandad. Bandidos y mesnaderos la atravesaban, mercaderes la recorrían, y con ellos hombres en busca de Dios, o sólo de sí mismos.
Credencial del peregrino
Al igual que quienes recorren el Camino de Santiago llevan un documento especial expedido por la Oficina del Peregrino y sellado en cada etapa, que les da acceso a descuentos y beneficios, también la Vía Francígena tiene su propia credencial. Se trata de una especie de “pasaporte del peregrino”, que también se sella en las oficinas de turismo, así como en las parroquias, alojamientos y establecimientos de restauración, y permite disfrutar de tratamientos especiales y ofertas. Y al igual que los que llegan a Santiago obtienen la compostela del peregrino, los que recorren los últimos 100 km a pie o 200 km en bicicleta por la Vía Francígena reciben el Testimonium, la certificación de su peregrinación.