El Monasterio de Camaldoli se encuentra en el corazón de un antiguo bosque, en una de las zonas un tiempo más salvajes e impenetrables de los apeninos centrales. Fue construido allí en 1024, en el Apenino Tosco-romañolo, cerca de Arezzo, por San Romualdo, monje y abad benedictino, que lo hizo el fulcro y el centro de la ramificación de la Congregación camaldulense.
Fieles a la tradición benedictina, los monjes de Camaldoli siempre han combinado, a lo largo de los siglos, la vida contemplativa y espiritual con la productiva y laboral. En particular, dada la naturaleza intransitable y aislada de la zona, los que decidieron dedicar su vida a Dios en el Monasterio de Camaldoli se comprometieron desde el principio en la producción autónoma de todo lo que podría contribuir a su supervivencia: alimentos, medicinas, cosméticos y productos de higiene.
Los densos bosques que rodeaban a todas las partes del monasterio siempre les han ofrecido las materias primas necesarias para esta producción. A esta riqueza se ha unido la propensión de los monjes camaldolesi para el estudio de la naturaleza en todas sus formas. Esto permitió durante los siglos la creación de una producción de cosméticos y aceites esenciales que todavía hace que la comunidad monástica de Camaldoli sea famosa en todo el mundo.
La antigua farmacia de los monjes de Camaldoli es en cierto modo uno de los primeros ejemplos de hospital que nuestra historia puede contar: aquí se estudiaron las hierbas aromáticas y medicinales, de las que se extrajeron polvos, infusiones, decocciones, y todo lo que podría contribuir al cuidado y la curación no sólo de los monjes, sino también de los muchos peregrinos que se dirigían a ellos.
En la Antigua Farmacia se producían antídotos contra el veneno, bálsamos para el tratamiento de heridas, vendas adhesivas, así como aceites esenciales y cosméticos para la higiene y el cuidado del cuerpo. Los productos extraordinarios realizados en la Antigua Farmacia de Camaldoli se han establecido con el tiempo y todavía se venden y utilizan en todo el mundo. Basta pensar en el Oleo 31, compuesto por 31 aceites esenciales extraídos de otras tantas hierbas medicinales, famoso por sus propiedades curativas infinitas, refrescantes, balsámicas, tonificantes y desinfectantes, aquí hecho de acuerdo con una receta especial transmitida a través de los siglos, o el Laurus 48, el licor obtenido mediante la infusión de diferentes plantas medicinales, recogidas en la zona del monasterio, con propiedades tónicas y digestivas.