¿Cómo deben ser las vestimentas para monjas? ¿Qué colores están permitidos? Entre órdenes monásticas y congregaciones, descubramos la indumentaria religiosa exclusivamente femenina
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«El hábito no hace al monje», un proverbio que siempre hemos estado acostumbrados a oír. Significa que las apariencias engañan, y procede de un antiguo dicho latino: cucullus non facit monachum, «la capucha no hace al monje». Desde la antigüedad, era normal mostrar respeto a quienes llevaban un traje talar. Monjes y sacerdotes gozaban de una atención especial y de un mayor respeto. Por eso ocurría que los delincuentes optaban por disfrazarse de monjes para cometer delitos o aprovecharse de la disponibilidad de las personas. De ahí el proverbio. Este preámbulo para decir que estamos acostumbrados a reconocer a las mujeres y los hombres de iglesia por el hábito que llevan, que varía según la orden, el instituto, pero casi siempre es atribuible a una vestimenta religiosa. En particular, reconocemos fácilmente las vestimentas de las monjas porque son negras, con accesorios blancos, pero sería una afirmación muy reductora y errónea decir que todas las monjas visten así. Como en el caso de monjes y frailes, la vestimenta de las monjas también varía según la congregación religiosa a la que pertenezcan.
De hecho, existen muchas órdenes religiosas católicas femeninas, a las que pertenecen monjas y hermanas. La diferencia sustancial entre unas y otras hunde sus raíces en la misma historia del Cristianismo occidental: durante siglos, la Iglesia sólo reconoció como representantes suyas a las monjas que pertenecían a alguna de las reglas aprobadas y habían hecho voto público y solemne de pobreza, obediencia y castidad. Generalmente también vivían en estricta clausura. Con el tiempo, sin embargo, también fueron reconocidas por la Santa Sede comunidades femeninas que no vivían en clausura y llevaban una vida semirreligiosa dentro de la sociedad, prestando más bien servicios de utilidad pública, como el cuidado de enfermos, la hospitalidad de huérfanos, y así sucesivamente. Desde 1917, con la promulgación del Código de Derecho Canónico Pío-Benedictino, las religiosas de votos solemnes se definieron oficialmente como monjas (moniales), mientras que las pertenecientes a las congregaciones más recientes y que pronunciaron votos simples se denominaron hermanas (sorores).
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Una descripción genérica de una vestimenta para monja consistiría en una amplia túnica ancha, que llega hasta los pies o los tobillos, no moldeada al cuerpo, con mangas largas y normalmente ceñida a la cintura por un cordón o cinturón, como el hábito de los frailes. Por encima de la túnica llevan el velo, símbolo de humildad, castidad y modestia, el griñón, también llamado toca, que es una faja o banda de tela o velo que envuelve el cuello y rodea el rostro ocultando el cabello, y la cofia. Hoy en día, las vestimentas de las monjas difieren mucho en color y corte. Sobre todo las monjas que han elegido una vida no sólo contemplativa, sino que las lleva a trabajar y a comprometerse con la comunidad, optan a menudo por vestimentas más modernas y prácticas, como chaquetas y rebecas, siempre con una atención especial al decoro dictado por su cargo.
En cuanto a los colores, el negro, el gris, el blanco, el beige y el marrón son siempre populares, pero algunas congregaciones marianas prefieren el azul, y no faltan hermanas que visten de rojo para celebrar la pasión y la sangre de Cristo, como las Hermanas Oratorianas de San Felipe Neri, de rosa, como las Siervas del Espíritu Santo de la Adoración Perpetua, de verde, como las Misioneras de la Divina Revelación, y así sucesivamente.
Veamos con más detalle cuáles son las vestimentas para monjas y en qué se diferencian.
Las órdenes monásticas femeninas
En primer lugar, diferenciamos las órdenes o institutos monásticos y las órdenes regulares, cuyos miembros emiten votos solemnes, de los institutos religiosos o congregaciones religiosas, cuyos miembros emiten votos de forma simple y llevan una vida secular. Los institutos pueden ser tanto clericales como laicos. Por poner un ejemplo, las Ursulinas del Sagrado Corazón de Jesús son hermanas de un instituto religioso femenino de derecho pontificio, mientras que las Clarisas son monjas de votos solemnes pertenecientes a la orden fundada por San Francisco y Santa Clara de Asís, y que siguen una Regla con una historia centenaria.
En general, podemos distinguir las órdenes monásticas femeninas, es decir, los institutos de vida consagrada cuyos miembros viven en comunidad y según votos públicos y solemnes de pobreza, obediencia y castidad, en tres grupos: monásticas, mendicantes y canónigas.
Monjas y hermanas de las Órdenes Monásticas
Al igual que los monjes de la misma orden, viven en comunidad en un monasterio según una Regla, pero a diferencia de los hombres deben observar la clausura. Hacen voto de castidad, obediencia y pobreza, es decir, de renuncia a toda propiedad. Están guiadas por una abadesa y permanecen vinculadas a su abadía de por vida. Entre las monjas de las órdenes monásticas están las Clarisas, las Carmelitas y las Dominicas.
Monjas de las Órdenes Mendicantes
Al igual que los frailes de la misma tipología de orden, las monjas viven en comunidad en un convento y siguen una Regla que determina toda su existencia. Se les exige la clausura. Hacen votos de castidad, obediencia y pobreza y pueden ser trasladadas de un convento a otro. Pertenecen a las órdenes mendicantes, por ejemplo, las monjas Clarisas y las Dominicas.
Canónigas Regulares
Los padres “canónigos” son sacerdotes que viven en una abadía guiada por un abad y siguen una regla. Las canonesas viven en una abadía, están guiadas por una abadesa y aceptan la clausura. Algunos ejemplos: Canonesas Regulares Lateranenses, Canonesas de San Agustín de la Congregación de Nuestra Señora, Canonesas Regulares Hospitalarias de la Misericordia de Jesús.
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