Para los niños de hoy, acostumbrados a un flujo constante de información y, a menudo demasiado frenético, no es fácil de entender el espíritu auténtico de la Navidad. Para muchos de ellos es sólo una ocasión en la que recibir regalos y especiales atenciones, pero sería muy agradable ser capaz de decirles el milagro del nacimiento de Jesús de una manera sencilla y comprensible.
Se podría tratar de convertirlo en un cuento de hadas, ya que todos los niños aman los cuentos, incluso los de hoy.
Había una vez un carpintero llamado José, que tenía una mujer joven y hermosa llamada María. El Rey de su país ordenó que se contaran todas las familias que vivían en sus territorios y que se escribieran sus nombres en grandes listas por sus funcionarios. Por esta razón José y María tuvieron que viajar hasta la ciudad de Belén y empezaron su viaje, aunque María esperaba un hijo.
No obstante, cuando llegaron a Belén en una noche fría de diciembre, nadie les dio hospitalidad. Hoteles y posadas estaban llenas. Así que José y María se refugiaron en un establo, donde dormía un viejo buey. Aquí María dio a luz a su bebé, Jesús, y para mantenerlo caliente lo puso en la paja, donde el buey y el asno de José lo calentaron con su aliento.
Pero no podían saber que, mientras asistían al pequeño, fuera del establo había un ángel del Señor que volaba en el cielo anunciando a la gente que había nacido un niño muy especial, el más grande de todos los reyes. Muchos pastores se dirigieron al establo con sus rebaños, para ver este bebé milagroso y adorarlo.
No sólo. La noticia de este nacimiento se extendió por todo el reino. En el cielo del este apareció una cometa mágica, que también dirigió tres Reyes Magos al lugar donde nació el Niño Jesús. Los Magos llegaron unos días más tarde trayendo como regalos oro precioso, incienso y mirra