Incluso hoy, aquellos que visitan la Gruta de Massabielle, en la que Maria-Bernada Sobirós llamada Bernadette dijo haber presenciado las apariciones milagrosas de una ‘señora vestida de blanco’, sienten una sensación de gran sacralidad y consolación íntima.
El nicho de las apariciones está colocado en la parte superior, casi como un nido, un lugar tranquilo, suspendido fuera del tiempo, ubicado en un plano superior de existencia, accesible solamente para aquellos que realmente creen, para aquellos que realmente desean. Hoy está ocupado por una estatua de la Virgen donada por dos señoras de Lyon en 1864.
Incluso el mundo que se mueve alrededor del santuario de Nuestra Señora de Lourdes aparece como fuera de cualquier realidad, un lugar que no es un lugar, fuera del tiempo y de todas las concepciones comunes. Las tiendas de objetos sagrados exhiben cientos de rosarios de todos los materiales. Todo brilla, como un mar de piedras preciosas. Por la noche, la plaza del Santuario se ilumina con la luz de miles de velas envueltas de tal manera que no se apague la llama, que hace que todo se vea como un prado de flores brillantes en la oscuridad.
Todo es muy impresionante y escénico. Un momento de belleza, y luego la crudeza de los cuerpos de los enfermos que se desnudan para bañarse en el agua de la fuente sagrada, que Bernadette en persona cavó detrás de la indicación de la Virgen, e incluso en estas imágenes dolorosas leemos la intensidad de la Fe, del Amor infinito que ha hecho de este uno de los lugares más sagrados del mundo y, sin duda, uno de los principales lugares de peregrinación para los católicos. En este lugar encantado, Bernadette se reunió con la señora vestida de blanco dieciocho veces, entre febrero y julio de 1858. Durante estas reuniones tuvieron lugar muchos eventos milagrosos e inexplicables. La estatua de Nuestra Señora de Lourdes colocada en la cueva, alrededor de la cual se construyó el Santuario, fue construida por Joseph-Hugues Fabisch según las descripciones de Bernadette: representa a una mujer hermosa y dulce, vestida de blanco, con un cinturón azul y rosas doradas en los pies. Este fue el rostro con el que la Virgen María eligió aparecer frente a una chica sencilla y devota, y esta apariencia ha entrado en la iconografía clásica, determinando la realización de las estatuas de la Virgen y de las pinturas que la representan a partir de entonces. Una imagen de infinita belleza y consolación, a cuya calidez los fieles nunca han dejado de calentarse.