Santa Gema Galgani fue una mística y vidente de Lucca que murió muy joven. Cercana al movimiento Pasionista, nunca entró en un monasterio, pero aún hoy es recordada por quienes invocan una gracia urgente
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El 11 de abril, la Iglesia celebra la memoria litúrgica de Santa Gema Galgani, mística y vidente que murió con sólo 25 años, beatificada en 1933 y canonizada en 1940 por el Papa Pío XII. La archidiócesis de Lucca, la ciudad donde la joven vivió su corta vida, y la orden Pasionista, a la que siempre estuvo unida, celebran en cambio su memoria el 16 de mayo.
Gema Humberta María Galgani nació en 1878 en Camigliano, municipio de Capannori, provincia de Lucca. Su familia era acomodada, con posesiones y tierras, pero su padre lo perdió todo tras la prematura muerte de su esposa, madre de Gema, que falleció de tisis en 1886. Parece que fue precisamente con ocasión de la muerte de su madre cuando Gema escuchó por primera vez la voz interior que más tarde la acompañaría a lo largo de toda su vida, preguntándole si podía llevarse a su madre con ella. La niña, que entonces tenía siete años, se vio obligada a renunciar a todas las comodidades a las que estaba acostumbrada y a trasladarse con su padre y sus numerosos hermanos a una modesta vivienda. Fue durante sus estudios en las Hermanas Oblatas del Espíritu Santo cuando Gema empezó a sentir cada vez más el apego y la cercanía a Dios en su interior, y conoció a muchas personalidades religiosas que alimentaron su fe, como Monseñor Juan Volpi, que se convertiría en su guía espiritual y confesor. Sor Camila Vagliensi y Julia Sestini la impulsaron a profundizar y meditar en los dolores sufridos por Jesús durante la Pasión y a ejercitarse en la humildad y la penitencia. Sin embargo, Gema, debido a su mala salud, nunca fue admitida en el convento, a pesar de su ardiente deseo.
En 1894 Gema Galgani perdió también a Gino, su hermano favorito, seminarista, que murió de tisis a los dieciocho años. Gema sufrió tanto por esta pérdida que intentó enfermar a sí misma, vistiendo la ropa de su hermano, y de hecho se infectó y quedó postrada en cama.

Poco después, su padre también murió y las escasas finanzas de la familia se acabaron. A los diecinueve años, quedó al cuidado de su tía Carolina Galgani. Rechazó el cortejo de varios jóvenes que habrían querido casarse con ella: ya había decidido pertenecer únicamente a Jesús.
En efecto, desde 1899 Gema se había acercado a la Congregación de la Pasión de Jesucristo, fundada en 1720 por San Pablo de la Cruz, y había seguido la predicación de los padres Pasionistas. Fue el padre Gaetano Guidi quien le habló y la acompañó a abrazar por primera vez los votos de pobreza, castidad y obediencia.
Mientras tanto, la salud de la joven se deterioraba cada vez más, con dolores insoportables en los riñones y una parálisis progresiva en las piernas debida a una osteítis de las vértebras lumbares, a lo que se añadió una otitis media purulenta aguda. Postrada en cama y a punto de morir, Gema entró en contacto con Gabriel de la Dolorosa, un joven místico Pasionista que murió muy joven y del que Gema era profundamente devota, y que se le habría aparecido varias veces. La muchacha afirmaba sentirlo junto a ella mientras rezaba, sentir incluso el calor de sus manos y su aliento. Siguiendo el consejo de Monseñor Volpi, Gema rezó una novena a Santa Margarita María Alacoque, y una vez más oyó la voz interior que le preguntaba si quería curarse. Y así sucedió, ante el asombro y la incredulidad de todos.
Después de su sanación, Gema intentó ingresar en el monasterio de las Visitandinas de Lucca, pero tampoco allí fue aceptada. Los Giannini, una familia adinerada que acogía a los Pasionistas que pasaban por la ciudad, le ofrecieron alojamiento y comida. Mientras asistía a los Pasionistas, Gema se había hecho amiga de Cecilia Giannini, que vivía con su hermano Mateo Giannini, farmacéutico, y la numerosa familia de éste. Vivió con ellos durante cuatro años, seguida por Monseñor Volpi y Germano Ruoppolo, que formaba parte del movimiento Pasionista y se convertiría en su primer biógrafo e incansable defensor de su beatificación.
Fue alejada de la casa por miedo al contagio sólo cuando su tuberculosis empeoró. Murió poco después, el 11 de abril de 1903, Sábado Santo, con sólo veinticinco años. Poco antes de su muerte, Gema había recibido una exhortación de Jesús para fundar un monasterio de monjas pasionistas en Lucca, y así fue, después de su muerte. Su cuerpo fue vestido con el hábito Pasionista, al que ella habría querido pertenecer en vida, y aún hoy sus restos se conservan en el monasterio construido siguiendo su voluntad.
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El diario de Santa Gema Galgani
El diario de Gema Galgani nos ofrece un sorprendente testimonio de su camino de vida y de fe. Aquí la Santa habla del voto de castidad hecho en 1899 y de sus primeras experiencias místicas. Sus éxtasis místicos tenían lugar todos los jueves, y se caracterizaban por apariciones de un ángel y, según la tradición popular, sudor de sangre, coronación de espinas y otras manifestaciones físicas, que desembocaron en la aparición de los estigmas, el 8 de junio de 1899, Octava del Corpus Christi y víspera de la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús. Con cada éxtasis se reabrían y sangraban para volver a cerrarse el sábado por la mañana.
El diario también contiene sus diálogos con Jesús, María, el Ángel de la Guarda y San Gabriel de la Dolorosa.
El santuario dedicado a Santa Gema Galgani
El Monasterio de las Monjas Pasionistas en Via di Tiglio en Lucca fue fuertemente deseado por Gema Galgani, que durante uno de sus éxtasis místicos había recibido el encargo por parte de Cristo. Hoy en día, el monasterio está dedicado a su memoria. El edificio original data de 1771, mientras que el nuevo proyecto se inició en 1935 y se terminó, tras varias interrupciones, en 1965. Aquí, bajo el altar mayor, descansan los restos de la joven Santa en una urna.
Santa Gema Galgani: oraciones
Debido a la intensidad espiritual de Gema Galgani y a su incansable diálogo con Dios, muchos fieles acuden a ella en busca de gracias específicas y de ayuda y auxilio en momentos de emergencia. He aquí algunas de las oraciones a Santa Gema para obtener una gracia urgente e invocar su intercesión ante Dios.
“Santa Gema, tú que has sido tocada por la gracia divina y has vivido una vida espiritual excepcional, te ruego que intercedas ante Dios para obtener la gracia que tanto anhelo. Te confío esta petición mía, con la esperanza de que pueda ser atendida y de que tú puedas ser mi consuelo y mi ayuda en estos momentos difíciles. Amén.”
O también:
“Santa Gema, amada santa, te ruego que intercedas ante Dios por mí en este momento de necesidad. Te pido que me concedas la gracia que tan ardientemente deseo. Con fe y devoción me dirijo a ti, que seguramente me ayudarás con tu poderosa intercesión. Te agradezco, Santa Gema, por todas las bendiciones que ya me has concedido y te ruego que continúes protegiéndome y guiándome siempre. Amén.”
Para obtener una gracia por la intercesión de Santa Gema Galgani:
Aquí me tenéis postrada a vuestros pies santísimos, mi querido Jesús, para manifestaros en cada instante mi reconocimiento y gratitud por tantos y tan continuos favores como me habéis otorgado y que todavía queréis concederme. Cuantas veces os he invocado, ¡oh Jesús! me habéis dejado siempre satisfecha; he recurrido a menudo a Vos, y siempre me habéis consolado. ¿Cómo podré expresaros mis sentimientos, amado Jesús? Os doy gracias…; pero otra gracia quiero de Vos, ¡oh Dios mío!, si es de vuestro agrado…
(aquí se manifiesta la gracia que se desea conseguir).
Si no fuerais todopoderoso no os haría esta súplica. ¡Oh Jesús!, tened piedad de mí. Hágase en todo vuestra santísima voluntad.
(Padre Nuestro, Ave María, Gloria al Padre)
Otra Oración de Santa Gema:
Señor y Dios mío: Aquí me tenéis a vuestros pies, no queráis desecharme ahora que me presento a Vos como pecadora. Mucho os he ofendido por el pasado, Jesús mío, pero ya no será así. Delante de Vos, Dios mío, presento todas mis culpas y mis pecados…, que bien considerados, Jesús mío, veo que no merecen perdón; más, volved una mirada a los méritos de vuestra Pasión, considerad lo que vale la sangre salida de vuestras venas. Cerrad, oh Dios mío, en estos momentos los ojos a mi indignidad, y abridlos a vuestros méritos infinitos, y ya que os dignasteis morir por mis pecados, perdonádmelos todos, para que nunca más vuelva a sentir su peso; peso, oh Jesús, que bien sabéis cómo me oprime. Ayudadme, Jesús mío: Quiero a toda costa ser buena; quitad, destruid, aniquilad todo lo que se halla en mí no conforme con vuestra divina voluntad. Os ruego, sin embargo, Jesús, que me iluminéis para que pueda caminar en vuestra Santa Luz. Amén.
