El 11 de julio se celebra San Benito de Nursia.
En realidad, esta es solamente una de las fechas dedicadas al Santo de Umbría, fundador de la orden de los Benedictinos y creador de la llamada Regla, que afectará poderosamente la vida y la experiencia espiritual de todas las comunidades monásticas que vendrán después de él.
El 11 de julio es el día en que la Iglesia Católica celebra a San Benito como el Patrón de Europa. Otro día dedicado a él y celebrado en particular por las congregaciones religiosas vinculadas a él, es el 21 de marzo, aniversario de su muerte.
San Benito vivió en la segunda mitad del siglo quinto. Pronto se acercó a la vida religiosa. Se mudó cuando tenía doce años de su nativa Nursia en Roma, para que hiciera sus estudios allí, pero se quedó tan disgustado por la decadencia de las costumbres, por la vida disoluta que animaba la ciudad, que prefirió rechazar los estudios y la herencia paterna, para retirarse a vivir con la nodriza en el valle del Aniene. Fue justo en la casa de la nodriza que, todavía joven, realizó su primer milagro armando una bandeja destrozada por la mujer. Posteriormente, cuando fue a Subiaco, conoció a Romano, un monje que vivía en soledad y que lo convenció a vivir como un ermitaño. Pero San Benito, aunque apreciaba el aislamiento y la vida contemplativa, sentía que esa no era la forma en que quería servir a Dios. De hecho, su Regla se destacará de manera revolucionaria del estilo de vida aislado y ascético que era común para la mayoría de los religiosos en aquellos días.
San Benito quiso asociar la oración solitaria con la oración comunitaria, compartida con los Hermanos en cada momento del día, durante las comidas, durante las celebraciones, expresada también a través del canto (los cantos gregorianos adquieren un gran impulso en esta situación). A esta oración colectiva, él combinó el trabajo, señalándolo como otra forma de adorar a Dios, de honrarlo. En particular, San Benito se refería al trabajo de los amanuenses, quienes copiaban y trascribían los textos sagrados, pero su Regla abarcó todo tipo de trabajo útil para la comunidad.
No más mortificación de la carne, ayuno, privación, años aislados, sino una nueva forma de estar al servicio de Dios y de la comunidad religiosa, hecha de oración y trabajo, en un equilibrio físico y mental capaz de traer paz y la plena realización del propio equilibrio interior. No en vano, San Benito comparaba el monasterio con una escuela que debía enseñar, a los que entraban, el camino de la salvación. Viviendo de acuerdo con las reglas del monasterio, se adquiría el mérito necesario para formar parte del reino de Cristo.
La Regla de San Benito, por lo tanto, reclama la importancia de la oración, pero también del valor humano, de las habilidades individuales, de la personalidad que, ordenadas por la buena disciplina, de una conducta moral impecable, de la piedad mutua y la obediencia a la abad, guían a los fieles a servir a Dios de la mejor manera. Por su propia afirmación, él quiso fundar una “escuela de servicio al Señor, en la cual esperamos no establecer nada difícil y riguroso”.
No fue fácil para San Benito elaborar su Regla, ni imponerla a los monjes. Su primera asignación como abad en Vicovaro terminó con un intento por parte de algunos monjes, refractarios a las reglas y la disciplina, de envenenarlo. Las cosas fueron mejor en Subiaco, donde logró crear una primera comunidad religiosa de jóvenes devotos y leales a sus mandamientos, y la Regla de San Benito conoció su consagración en Montecassino, el monasterio que él fundó y donde el Santo vivió hasta la muerte.
Patrón de Europa
Pero ¿por qué fue proclamado San Benito Patrón de Europa? Debido a su modelo de vida monástica, su Regla contribuyó a ofrecer a la Europa de la Edad Media, desgarrada por las invasiones bárbaras, de la imparable decadencia del Imperio Romano, con sus modelos y sus leyes, un nuevo ejemplo de vida y civilización. Los numerosos lugares de oración y cultura nacidos de acuerdo con su enseñanza, los monasterios y los centros de hospitalidad para los pobres y los enfermos, las instalaciones de recepción para peregrinos ofrecieron a los hombres y mujeres de esa edad oscura unos verdaderos faros de luz, oasis de paz y racionalidad, donde encontrar protección, seguridad y confianza en la humanidad, que no le quita nada a la fe y la devoción a Dios, sino que enriquece la experiencia religiosa precisamente invirtiendo más en el potencial humano.
Un Humanismo cristiano, y por esta misma razón aún más fuerte y más precioso, en su reconocimiento de Dios y del hombre como su instrumento. La Palabra de Dios, leída y entendida, la oración solitaria y común, el trabajo realizado con caridad fraterna y con la voluntad de ayudarse mutuamente, ofrecen un modelo de vida no solamente para los monjes, sino para cualquiera que quiera dirigir su existencia en el nombre de Dios. A mediados del siglo XX, Europa se encontraba en ruinas por las dos guerras mundiales, devastada por las violencias, las innumerables muertes, el colapso de las grandes e ilusorias ideologías políticas y sociales, la aniquilación de valores y la moral, perpetrado durante muchos, demasiados años. Se sentía la necesidad de contar con un nuevo modelo ético y espiritual. Un nuevo modelo, pero basado en la tradición, los mismos orígenes de la civilización Occidental tal como la conocemos. La Regla de San Benito apareció para muchos como la solución más recomendable.
El Papa Pío XII ya le reconoció su papel de Padre de Europa en 1947, y posteriormente, el 24 de octubre de 1964, durante la consagración de la nueva basílica de Montecassino reconstruida después de haber sido destruida por los bombardeos aliados, el Papa Pablo VI definió a San Benito, Patrón de Europa. Su modelo de vida y camino humano y espiritual, todavía hoy puede iluminar nuestro camino, ofrecernos una dirección para dar nuestros pasos, como hombres y cristianos, como miembros dignos de la comunidad religiosa, pero también como ciudadanos de Europa responsables y conscientes del hecho de que, trabajando juntos, creyendo en los mismos valores y esforzándonos todos los días para lograrlos, podemos lograr mucho más.
El culto y los símbolos
La vida y el ejemplo de San Benito de Nursia lo convirtieron en el protagonista de muchas formas de devoción popular, desde que aún estaba vivo. Basta pensar en la difusión de la Medalla de San Benito, uno de los símbolos sagrados más difundidos y amados por los fieles. Llevar una cadena con la medalla de San Benito no es solamente una forma de protegerse del mal en sus formas
más insidiosas y terribles, sino sobre todo una forma de reclamar la presencia de Dios a su lado en todo momento. De hecho, a través de la medalla es Jesús quien trabaja, con su inmenso poder, para garantizar su apoyo a aquellos que creen y confían en él en cada gesto, en todo momento.
El Papa Benedicto XIV en 1742 otorgó indulgencia a cualquiera que llevara la medalla con conciencia. No sólo eso, la medalla de San Benito es considerada uno de los instrumentos de exorcismo más poderosos de todos los tiempos. De hecho, además de la efigie del Santo que tiene su Regla en sus manos, están grabadas las iniciales de las palabras de una poderosa oración que tiene el poder de ahuyentar al maligno y de mantenerlo alejado de la persona que lleva la medalla y cree en su poder de protección.
Pero en general, la imagen de la Santa de Nursia es amada y recurrente no solamente en los lugares de culto, sino en todas partes. Las estatuas de San Benito adornan iglesias y monasterios en todo el mundo, especialmente desde que el Papa Pablo VI en 1964 lo proclamó Patrón de Europa. Un reconocimiento importante para un Santo que supo cómo enseñar a sus Hermanos a servir a la Iglesia con el cuerpo, la mente y con cada don que Dios había querido otorgarles.
La Novena de San Benito
Otra forma de expresar su devoción a San Benito es recitando su Novena.
La Novena puede recitarse en cualquier momento cuando sea necesario recibir el apoyo de San Benito, su protección, pero, en general, se recita entre el 12 y el 20 de marzo para conmemorar su muerte el 21 de marzo, o entre el 2 y el 10 de julio para celebrar su consagración como Patrón de Europa el 11 de julio. Puedes recitarla solo o con la familia, y existen diferentes versiones, desarrolladas a lo largo de los siglos por los fieles devotos del Santo. Sólo hay que encontrar la más cercana a nuestra sensibilidad y que sea adecuada para el tiempo que tengamos que dedicarle. En cualquier caso, resultará ser un ejercicio espiritual eficaz y poderoso.